El santuario de lo eterno

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Había tenido sueños extraños y escurridizos. Propios de un estado febril.

En múltiples oportunidades quiso acabar con ellos y volver al estado de conciencia, pero su mente no estaba preparada para emerger a la realidad.

Pedazo de dolor de cabeza que le esperaba, se lo intuyó cuando finalmente se hizo la luz. Aunque aquello de luz como tal , puede ser discutible, ya que la mujer se despertó en una habitación extraña en total penumbra.

Solo el débil sonido del agua fluir le hizo girar su cabeza en dirección de la fuente, pero solo se topó con una pared de oscuridad.

El ácido olor del sudor mezclado con los fluidos corporales, flotaba pesadamente en el ambiente con escasas intenciones de irse, ya que apenas había corriente de ventilación.

Tenía frío y estaba entumecida, la zona prefrontal de su cráneo tenía un dolor palpitante e intenso, que se extendía hacia el interior de los globos oculares, y abajo de su rostro hasta el mentón.

Sentía la cabeza pesada y extraña, como ajena a su cuerpo.

Para cualquier otra persona, la combinación del malestar corporal y el miedo de hallarse en un lugar desconocido fueron motivos suficientes para entrar en crisis. Pero para Ashley, todo aquello le resultaba más familiar de lo que jamás fuera a admitir, sobre todo las dolencias que solo eran el efecto colateral del uso de su poder.

Unas ganas violentas y repentinas de devolver el contenido de su estómago la hicieron girar a un costado, el movimiento lo realizó con tan poca coordinación que terminó cayendo de bruces y golpeándose con el suelo.

Cuando acabó de vomitar, se palpó el cuerpo y verificó que al menos no tenía correas o cadenas atadas a sus extremidades, así que se puso en pie con la ayuda de la pared más cercana, y recorrió la pequeña habitación a tientas. Solo pudo identificar un camastrón y lo que parecía ser un aguamanil vacío.

No había ventana ni rendija de cerradura por donde entrara la luz, y la puerta estaba tan herméticamente cerrada que no logro dar con ella hasta que se abrió desde afuera.

La repentina claridad cegó por un segundo a la joven, un grupo de sombras se adentraron a la habitación y la sacaron prácticamente a rastras.

Un par de guardias dispuestos a cada lado, le sujetaban por la axila y la levantaban con el menor de los esfuerzos. Alguien se había colocado a sus espaldas y le había cubierto la cabeza con un trapo para que no pudiera ver a donde iban. Le había susurrado segundos después que no intentara ningún truco, pues tenían ordenes de al menor acto de hostilidad, partirle en dos como una varita.

Una vez estuvieron seguros de que la mujer había captado el mensaje y no intentaría nada extraño, comenzaron la marcha.

Llegaron a un salón subterráneo antes de arrojarla sin la menor delicadeza al suelo y destapar el rostro.
Ash tuvo que tomarse unos segundos para que sus ojos se adaptarán a la claridad de la habitación iluminada por antorchas.
Era un espacio amplio y sin ningún mobiliario. Las paredes y techos parecían haberse tallado en las entrañas de una montaña y formar una especie de cueva que se alargaba y descendía hasta un túnel oscuro.

Frente a ella, al otro lado de la recamara, estaba Nerrick de pie acompañado de un par de sujetos que la dama no supo identificar. No los reconoció hasta que se dieron la vuelta al percatarse que el grupo de guardias había llegado.

—Eso es todo. Pueden irse.

Ordenó el vampiro a la diestra del rey con una voz profunda. Segundos después la habitación se vació dejando a los 3 sujetos con ella.

La Dama de NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora