La extirpe de la muerte

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La arena del reloj seguía deslizándose sin detenerse por el pequeño cuello que unía ambas partes del artefacto. Con ella, parecía fluir el poco tiempo que la joven disponía para convencer al vampiro de la veracidad de sus intenciones.

—¿Y bien?, hénos aquí bajó la privacidad de cuatro paredes, como vos me has pedido. Digamos que es una última cortesía que estoy dispuesto a ofrecer, amablemente.

La mujer levantó la mirada del objeto que hasta ahora observaba con atención y miró directamente a los ojos del vampiro. Inmóvil, tan quieto que parecía estar pintado sobre un lienzo. Todo aquella hermosa imperfección que hacía de los humanos quienes eran, estaba totalmente ausente en aquel ser, con la tez tan limpia y uniforme que nadie imaginaria los años que había estado expuesta a los elementos de este mundo.

Sus ojos brillaban serenos, pero tenían aquella luz casi imperceptible que le delataba la anticipación.

Curiosidad, esa era la débil razón por la que la mortal aún permanecía con vida.

Suspiro cansada, tuvo que sostenerse del respaldo de una silla cercana para mantener el equilibrio, estaba al límite de sus fuerzas, y aun así, sabía que debía mantenerse consciente un poco más para poder terminar con su misión. Luego ya habría tiempo para descansar, de una u otra forma.

—Creo que lo mejor es que te lo muestre.

Respondió finalmente la dama de negro, y el vampiro la atravesó con su penetrante mirada.

No parecía seguro de querer cederle nuevamente, parte del control de su mente a aquella mujer, pero luego de analizar la posición en la que estaba cada uno, determinó que valía el riesgo, debido a que ella estaba claramente en desventaja

El hombre asintió con un gesto, entonces ella procedió a acercarse a él, hasta quedar a unos centímetros uno del otro. Él sintió su aliento sobre el rostro y tuvo que tragar con fuerza para resistir saltar a su cuello.

La dama de negro levanto lentamente su mano derecha, de forma que el siempre pudiera ver lo que ella estaba haciendo de antemano y así evitar que por un gesto brusco, este terminara con su vida.

Colocó la palma de su mano en la frente del vampiro, como una madre haría con su hijo para tomarle la temperatura. Espero a que este volviera a repetir el gesto afirmativo para confirmarle que estaba listo.

Así pues, la joven cerró sus ojos para poder enfocar su energía en buscar y trasmitir sólo los recuerdos que ella quería compartir y las imágenes brotaron como por arte de magia en la mente del rey, primero traslúcidas y escasas, pero poco a poco fueron fluyendo con mayor intensidad y cantidad.

Pueblos arrasados, campos de cultivos y ciudades enteras reducidas a cenizas. Fuego. Incendios desatados consumiendo ferozmente años de arduo trabajo humano.

Cadáveres por doquier, esparcidos en las calles, en los bosques, en las casas. En posiciones imposibles, con extremidades fueras de su lugar, grotescas heridas repletas de abundantes y regordetes gusanos.

El olor a podredumbre y sangre. Las ratas y animales rapaces acabando con los restos de los cadáveres de animales y personas por igual.

Al fondo se escucha el llanto de un niño, se mezclan con los gritos de dolor de los soldados caídos. Luego solo queda el silencio. Casas muertas. Ciudades muertas.

Como una plaga, se expande por todo el continente la muerte, sin respeto por edad o posición. Aquellos que no se unen al tirano, son aplastados sin clemencia. No hay prisioneros de guerra, no existe la misericordia para la bestia.

Un ejército de monstruos que parecen salidos del mismísimo inframundo, vagan por la tierra bajo la luz del día, no hay bala de cañón ni metal suficientemente afilado que atraviese la dura piel. Hasta ahora no se le conoce debilidad. Nadie sabe de dónde han salido y cuál es su finalidad.

Matan por placer pues no se llevan las joyas ni el oro, una vez que acaban con un poblado, queman sus recursos para su goce. Solo hay maldad en estos seres que tal vez alguna vez fueron humanos, pero ahora se han convertido en una extirpe de la muerte.

No hay lugar a donde ir. La dama recorre los paisajes más remotos en busca de alguna vida humana, pero hasta los bosques y valles parecen vacíos, escasos de la vida animal que alguna vez tuvieron.

El mundo se ha vuelto gris desde su llegada, no ha habido luz en meses desde que la montaña de la isla ha explotado en cenizas y ha dejado una capa gris sobre el continente.

Ya no quedan aliados, tampoco enemigos. Solo ellos y... los eternos.

Las imágenes se retiran lentamente de la mente del rey, como el agua de la playa se recoge de la arena. Finalmente puede dejar surgir sus propios pensamientos, pero estos no parecen estar en calma. Lo que ha visto le ha hecho retumbar una fibra muy profunda de su ser. Una sensación que no recuerda haber tenido en mucho tiempo, remota a sus años siendo humano.

Ha visto la clara imagen de un antiguo enemigo. Una raza que se había dado por extinta hace tanto tiempo para siquiera recordarla.

Cuando la Dama abrió sus ojos y observó al vampiro, supo que había tenido éxito. Pero más allá de contentarse con el hecho, se sintió aterrada al percibir el miedo del reconocimiento en la mirada del rey.

Si un eterno mostraba real preocupación por un hecho, siendo un ser que era ajeno a los problemas atemporales, entonces la cosas pintaban de mal a peor.

La Dama de NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora