My Christmas gift comes in new year ☆

𝓘𝓷𝓽𝓻𝓸𝓭𝓾𝓬𝓬𝓲𝓸́𝓷☀️

Navidad y Año Nuevo: dos festividades que traen alegría y unión a las familias, especialmente a los más pequeños. Pero, ¿qué ocurre cuando el brillo festivo no es suficiente para calmar el torbellino emocional que sienten los jóvenes y adultos? Algunos se sumergen en la calidez de su hogar, otros en los regalos, y unos pocos... en los amores imposibles, aquellos que están fuera de su alcance.

Así comienza la historia de Ilona Nagy y Geza Kovács, dos amigos inseparables cuyo vínculo ha sido siempre un enigma para los que los rodean. Mientras sus amigos observan desde la distancia, convencidos de que ese 'juego' terminará en desastre, los jóvenes se aferran a una amistad que sienten distinta. Pero en algún punto, uno de ellos comenzará a sentir algo más, y lo que una vez fue simple camaradería, se convertirá en un nudo de dolor e incertidumbre.

Hace un año, el 29 de diciembre, se encontraban al borde de las ansiadas vacaciones de invierno. La escuela, en un esfuerzo por mantener las tradiciones, organizaba las 'Promesas de Año Nuevo', una actividad que a sus seis amigos revoltosos les parecía absurda y pueril.

Estaban reunidos: los tres hermanos—Andrei, Gustav, y Johan Kallenbach—frente a Solvieg Tangen, la otra chica del grupo, una muy seria, quien tenía a Geza a su derecha y a Ilona frente a él. Habían almorzado juntos, disfrutado un helado, y aún les quedaba una hora antes de ir a estudiar a la biblioteca. Estaban inmersos en una de sus últimas conversaciones ligeras antes de que la universidad los separara.

Entre risas y bromas, el tema de las promesas surgió.

—Geza, ¿qué le prometerás a Ilona por Año Nuevo? —preguntó Solvieg, con una sonrisa burlona.

Un silencio absoluto los envolvió. Geza pensó por un momento, fijando la mirada en su amiga, quien lo miraba con nerviosismo, apartando los ojos varias veces. Se puso serio, incomodado por las risas de los hermanos y las burlas de Solvieg. Finalmente, miró a Ilona, quien estaba sonrojada, y, sonriendo levemente, suspiró.

—Ilona, te prometo que nunca te haré daño —dijo finalmente, con una sonrisa suave pero cargada de algo más.

Todos rieron, pero no sabían que esa promesa sería la más difícil de cumplir. Ni Geza ni Ilona sospechaban que aquella inocente broma marcaría el principio del fin de su amistad tal como la conocían.