Capítulo 01

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Fue un miércoles después de mediodía, al acabar su última clase, el momento en el que Park Seonghwa decidió que odiaría a Kim Hongjoong por el resto de su vida.

El día comenzó bien; la palma de su mano alrededor de un termo de café con leche —con más cucharadas de azúcar de lo que le gustaría admitir—, una sonrisa estirando de sus labios y música energética saliendo de sus audífonos, Seonghwa hizo su camino hasta llegar a su salón en el edificio de preescolar. Al ser el tercer día desde que comenzó el ciclo, hoy sería el primer contacto que tendría con el salón de los niños más pequeños de toda la escuela.

Tras la pandemia, muchos de estos pequeños se quedaron aislados en sus casas, lejos de amigos con los cuales jugar y permaneciendo desconocidos a dinámicas ajenas a sus rutinas diarias. Por ende, no contaban con muchas habilidades que un infante de cuatro años debía de poseer; desde socialización hasta la capacidad de respetar límites, seguir instrucciones, entre otras cosas. En pocas palabras, eran anticristos. Con caritas tan lindas que podrías morir de ternura al instante.

Seonghwa estaba consciente de este hecho, pero tenía años de práctica, por lo que no se inmutó al presenciar la caótica escena en donde los chiquillos entraron al salón de arte, corriendo y buscando cosas para tocar, destruir o simplemente meterse a la boca. La maestra de estos pequeños engendros del mal entró justo detrás de ellos, su ceño fruncido en preocupación y una mueca en sus labios,

"¡Dios es grande! Es un milagro que siga teniendo cabeza a estas alturas...," comentó en reproche.

"Ryujin-ah, apenas es el tercer día," Seonghwa suelta una pequeña risa detrás de su mano.

"Es fácil para ti decirlo, solo los ves dos veces a la semana." Y sacando su lengua de manera juguetona, sale por la puerta, dejando al maestro a lidiar con todos los niños.

Seonghwa es feliz con su trabajo. Siendo educador y teniendo la creatividad y paciencia que posee, fácilmente consiguió su trabajo como maestro de arte de los grados más chicos de la escuela.

Por la mañana, se pasa su tiempo con los niños de preescolar, enseñándoles a tomar el pincel de manera correcta, desarrollando habilidades de motricidad fina, atendiendo a las necesidades de estimulación sensorial a través del arte y promoviendo el uso de imaginación y creatividad a su temprana edad. Más tarde, se traslada al edificio de educación primaria, donde prosigue a impartir clases a los primeros dos grados, donde hace un poco de lo mismo, pero con mayor grado de complejidad y estudiando artistas reconocidos y sus técnicas.

El día pasó rápido, caótico y pesado. Era justo el miércoles que solo contaba con una hora libre que usaba para comer y limpiar el salón para los siguientes grupos. Por lo que, cuando dio la hora de tener que irse al siguiente edificio, con sus chicos más grandes, soltó un suspiro de alivio. Ya había tenido suficiente con los más pequeños, cansado de tener que erguirse por tanto tiempo y poner toda su energía en sonrisas y pláticas que la mayoría del tiempo no entendía en su totalidad.

Por eso, a pesar de que las plantas de sus pies palpitaban y un dolor se esparcía por su espalda baja, llegó a su otro salón aún con una sonrisa en su cara. Abrió lentamente la puerta, luego encendió las luces.

Su sonrisa quedó congelada en su rostro.

En el espacio ante él se podía vislumbrar cómo cada una de las sillas del salón estaban fuera de su lugar, las mesas cubiertas en pintura ya seca, las puertas del clóset abiertas de par en par con todo el material en el piso y el escritorio se encontraba colmado de recortes de revistas, lápices, utensilios... Incluso el suelo se sentía pegajoso en su caminar, un líquido de dudosa procedencia extendiéndose por la cerámica.

El Arte de Amar a Kim Hongjoong | Seongjoong (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora