Capítulo 8: Gael

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A la mañana siguiente, me desperté para ver a Susan trayendo el desayuno a mi camarote. Su camarote, aparentemente. Llevaba con ella una bandeja improvisada donde descansaban dos tazones de fruta, dos bollos de masa madre y mantequilla. Susan sonrió cuando me vio, el alivio dibujándose en su rostro al darse cuenta de que yo todavía estaba pero muy viva.

–Hola, tú. Peter me dijo que recuperaste el conocimiento durante la noche –explicó–. Pensé en traerte un poco de desayuno, y ayudarte a vestirte con algo más apropiado.

Dejó la bandeja, que más bien parecía ser una larga tabla de cortar, en la mesita de noche.

–Gracias, Su.

Cogió una taza de té de la bandeja, y me ofreció el líquido ámbar.

–Sé que no te simpatiza mucho la manzanilla, pero no tenían lavanda. Y pensé que beber té en el desayuno como a ti te gusta te traería algo de consuelo después de... bueno, ya sabes.

–Está bien –le aseguré–. Aprecio el esfuerzo.

Susan se sentó en el borde de la cama, a mi lado.

–¿Cómo te sientes?

–Estoy... bien, lo cual es raro de decir teniendo en cuenta la herida que tuve –me sinceré–. Pero Peter ya me explicó que es gracias a la poción de Lucy.

–Sí, tuvimos suerte en eso.

Bebí un sorbo de mi té, el líquido caliente dejó una sensación sedosa y tranquilizadora en mi boca.

–¿Puedo preguntarte algo? –le dije.

Los eventos del día anterior todavía formaban un gran pozo vacío en mi memoria.

–¿Qué pasó... exactamente ese día después de que quedé inconsciente?

–¿Peter no te lo dijo? –inquirió, genuinamente sorprendida.

–Bueno, no en realidad –confesé, bajando la mirada–. Nosotros como que... entramos en una profunda discusión sobre... otras cosas.

–Huh, eso explica por qué parecía un poco ausente hoy más temprano –comentó con la clase de expresión que decía 'eso-tiene-sentido'–. Sea como sea, odio ser la que te cuente la historia, pero, si eso le trae paz a tu mente, estaré feliz de ayudarte.

–Gracias.

Le ofrecí a Susan una pequeña sonrisa.

–Pero primero, necesitas comer algo –declaró, pasándome uno de los tazones de fruta.

Entonces empezó a narrar la historia de mi cercano encuentro con la muerte. Después de darse cuenta de lo grave que era mi lesión y las bajas probabilidades de que volviera a la nave con vida, comenzaron a buscar un sanador en la aldea que al menos pudiera prestarles material para tratar mi lacerado cuerpo.

Un hombre dio un paso al frente. Rhince era su nombre, según Susan. Un marinero que posteriormente pidió unirse a la tripulación del Rey con la esperanza de rescatar a su esposa de una extraña y mágica niebla que se la había tragado por completo hasta que todos en su bote desaparecieron. Ella no me dio más detalles sobre eso; Caspian y los demás todavía estaban trabajando para desentrañar ese misterio.

Recordé entonces la escena que Lucy y yo habíamos presenciado mientras aún estábamos encadenadas al muro. Un hombre había estado persiguiendo la carreta donde habían hecho prisionera a su esposa antes de que los estúpidos esclavos lo detuvieran. Recordé que no era la única detenida: la carreta había estado lleno de gente. Recordé haber pensado que eran esclavos, pero al escuchar ahora lo que los chicos habían declarado a Su haber visto durante su encarcelamiento, parecía que esas personas habían sido más un sacrificio humano.

Las Crónicas de Narnia: La Travesía del Viajero del Alba (Peter Pevensie & tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora