Capítulo 9: Deseos desenterrados

1.8K 122 83
                                    


AVISO: Este capítulo contiene escenas explícitas.


Ese mismo día llegamos a las aguas costeras de una isla inexplorada. El sol se estaba poniendo, haciéndola parecer fantástica, como todo en Narnia, y aterradora al mismo tiempo. No había señales de vida, al menos no se veía desde lejos.

Habíamos pensado lo mismo de Narrowhaven, pero este lugar no tenía infraestructura ni nada que pudiera decirnos que alguien había vivido aquí o que algo andaba mal.

Estaba completamente remoto.

Llegamos a la conclusión de que los Lords tuvieron que haberse detenido aquí si seguían la niebla hacia el este, por lo que decidimos pasar la noche en tierra y tal vez explorar la isla un poco por la mañana.

Y así lo hicimos.

Desembarcamos en la isla, llevándome mis armas conmigo y jurándome que nadie me las quitaría de nuevo. Caspian y Ed habían replicado que no había pasado mucho tiempo desde que había sido herida y asusté a todos, así que trataron de convencerme de que me quedara y descansara un poco más.

Les aseguré que no era necesario, y que me sentía mucho mejor. No esperé a que respondieran y subí al pequeño bote que nos llevaría a la orilla.

Caspian debió de haber tratado de seguir insistiendo, porque escuché a Ed decir a mis espaldas:

–Ni malgastes tu saliva, ella no te escuchará.

Caspian solo suspiró, pero no dijo nada más.

–Es como una mula –remarcó burlonamente Ed.

–¡Escuché eso, idiota!

Fingí ofenderme, saqué la mano fuera de la barca y los salpiqué con agua.

Cuando me di la vuelta de nuevo, pillé a Peter mirándonos mientras el barco empezaba a moverse. Mirándome a mí. Su cabeza ligeramente vuelta hacia nosotros.

Se encontró con mis ojos durante unos segundos antes de apartar la mirada.

Permanecimos en silencio todo el camino hasta que llegamos a la orilla, y Caspian comenzó a dar órdenes. Algunos hombres fueron a buscar leña para hacer una hoguera, otros a explorar el perímetro y asegurarse de que estuviéramos a salvo. Yo ayudé a desempacar nuestras cosas para pasar la noche y hacerlo un poco más cómodo.

Ed siguió con su tarea personal de limpiar su nueva arma.

Resulta que Lord Bern tenía consigo una vieja espada narniana, de la mismísima Edad Dorada, y se la había regalado a Caspian, quien la había considerado más adecuado que Ed la tuviera. Un regalo muy considerado, si me lo preguntan, considerando que mi amigo era uno de los mismos reyes de antaño. La espada era tan antigua y mítica como nosotros lo éramos para muchos.

–¿Ocupado? –me senté en una roca a su lado.

Él sonrió, y levantó la espada para que pudiera echarle un mejor vistazo.

–¿Qué opinas?

Ya le había quitado toda la impureza a la espada y estaba prácticamente reluciente.

–Asombroso –le elogié, lo que solo hizo que sonriera más ampliamente–. ¿Quieres ponerla a prueba más tarde? Hace un tiempo que no entreno contigo.

–Yo también extraño ganarte, pero... creo que prefiero descansar un poco si exploraremos esta isla mañana temprano.

–¿Me estás rechazando? –bromeé.

Las Crónicas de Narnia: La Travesía del Viajero del Alba (Peter Pevensie & tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora