lágrimas escapaban de sus ojos y su boca se cerraba y abría en busca de oxígeno, su pecho se rasgaba y la desesperación por liberarse de aquella asfixiante sensación lo llevó a abandonar su casa.
el pelinegro se dirigía una vez más al único lugar que conocía en su ciudad. no debería estar en la calle solo a tan corta edad, pero no es como si sus padres pensaran en él o siquiera lo desearan dentro de su casa.
una vez en el parque, tomó asiento en su banca favorita y se dedicó a nadar en el mar conformado por sus pensamientos, sus ojos mirando a una ave alimentando a sus crías en una rama y sus oídos percibiendo la diversión de los niños transmitida por sus gritos eufóricos.
sus ojos estaban secos y rojos debido a las sensaciones experimentadas antes y su humor rozaba el suelo bajo sus pies.
━ ¿quieres oír un chiste?
una voz lo arrebató de la serenidad en la que se hallaba y lo obligó a observar a aquel niño que no se cansaba de observar los árboles una y otra vez.
━ ah, tú... ━ dudaba en si seguir la conversación con el chico, si bien tenía once años, contaba con el conocimiento de que no todas las personas tenían buenas intenciones. pero también estaba la parte que sabía que nadie lo buscaría si le sucediera algo, no tenía nada para perder y en el fondo estaba la esperanza de que jay lo auxilie de su tristeza. ━ di-dime el chiste.
━ ¿qué bebe el hombre invisible a la hora del almuerzo?
━ ¿eh?
━ vamos, contesta.
━ ¿pera...? ━ no sabía qué contestar así que sólo recurrió a decir su fruta favorita.
una corta risa que activó algo positivo en él hizo presencia entre la conversación de los dos niños.
━ leche evaporada.
━ ¿eh? ━ el pelinegro volvió a soltar al no haber comprendido.
━ el hombre invisible almuerza leche evaporada.
y por primera vez en meses, en el rostro del niño de once años, una sonrisa decidió hacerse ver, provocando que sus ojos pasaran a formar medialunas, y jay simplemente no pudo evitar quedar hipnotizado.