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Con su blanquecina mano, tocó delicadamente la puerta de su nueva aula.
—Buenos días, siento llegar tarde, es qué no podía encontrar la clase.— pudo notar como el resto de los alumnos de la clase se callaban al verla entrar por la puerta. Y como en el centro de ésta, estaba el chico con quien había chocado miradas. De nuevo empezaron a murmurar.
—¡Silencio! Puede entrar señorita Nan.— el profesor se empezó a frotar las manos, como si estuviera nervioso o esperaba algo a cambio.
—Bien.— la joven entró y se puso delante de toda la clase.— Hola, mi nombre es Hyo-ri Nan, por favor, tratarme bien.— hizo una reverencia.
Los chicos, incluidas las chicas, la miraron con miradas de enamorados, parecían echar brillos por los ojos.
—¡Que guapa es!— dijo un chico.
—Ojalá se siente a lado mió.— dijo otro.
—Mierda, está acaparando toda la atención de los chicos.— dijo una de las chicas. Envidiosa.
—Daniel, siéntate a lado de Zack. Y usted señorita Nan puede sentarse con su compañero Jay.— se notaba desde lejos la diferencia con la que les hablaba a los dos alumnos nuevos.
—Por supuesto, profesor.— Hyo-ri le hizo caso y se fue a sus asiento.—Hola, Jay.
La fémina conocía a Hong desde hace mucho. Sus padres eran amigos desde que ellos eran uno críos.
El chico sólo la miró con su pelo en los ojos como ya era costumbre y la saludó con la mano.
—Me alegro de que esté en la misma clase que tú.—
Jay siguió sin decir nada, aún así ella entendió lo que quería decir al ver una diminuta sonrisa en su rostro.
Después vio como todos los chicos, menos un par, se acercaban a ella con intenciones de coquetear.
—Fuera.— ordenó autoritariamente. Las caras de sus compañeros se pusieron pálidas, y como no querían problemas con la chica guapa, se alejaron.
Solo pasaron dos horas desde que habían acabado las clases, y ahora se encontraba saliendo con Jay de su clase para dirigirse al comedor. Al llegar se giró a su amigo, pero por arte de magia había desaparecido. No sabía dónde se estaba, pero esperaba que se hubiera ido al baño.
Hyo-ri le restó importancia y caminó hacia la corta fila del comedor, agarró una bandeja y se fue echando comida.
Pero al estar prestándole demasía atención al aperitivo se chocó con alguien.
—¡Ah! Ay...— puso su mano en su cabeza y se sobo en la parte adolorida.— Lo siento, no me fijaba por donde ib-.— no terminó la oración. Pues al subir la cabeza vio claramente con quien se había tropezado. Era el chico nuevo. Primero la cruzada de miradas, luego en clase y ahora esto. ¿Qué más?
