Volví a tener frente a mí al cuerpo del ángel caído tres días después.
Jackson y yo llegamos a primera hora a la morgue, el doctor Williams nos recibió como siempre lo hacía, con un amplia sonrisa y un entusiasmo exacerbado, desde que lo conocí no podía dejar de preguntarme cómo alguien que se la vivía rodeado de cadáveres, alguien que tenía que diseccionarlos y analizarles hasta las entrañas, podía estar siempre tan de buen humor.
—¿Qué encontraste Williams? —lo cuestionó Jackson de inmediato.
El forense caminó hacia el fondo de la margue, hacia los archiveros en los que guardaba los informes de cada cuerpo que pasaba por sus manos para dar un veredicto. Jackson anduvo en círculos por la amplitud de lugar para matar el tiempo, yo me quedé a solas frente al ángel. Me abracé a mí mismo para darme un poco de calor, había olvidado mi chaqueta en la patrulla y ese lugar era un congelador. Me pareció increíble cómo el cuerpo de ese chico cambió tanto en tan solo algunos días, su piel tomó un color blanquecino tan intenso que parecía que fue revolcado en un enorme tazón de harina; sus labios ya no lucían el color carmesí de aquella madrugada, ahora tenían un morado oscuro y estaban resecos; sus parpados sellaban por completo los ojos de forma rígida, la sensación de que el chico estaba solo dormido se había esfumado, al verlo ya no quedaba duda de que estaba muerto.
—La víctima era un joven de diecisiete años de edad —comenzó a decir Williams al regresar con el expediente—, lo sé porque he cotejado sus huellas a través de una dactiloscopia, se llamaba Steven y de apellido Brown, era originario de Mississippi.
—¿Mississippi? —cuestionó Jackson.
—Sí, al menos eso dice el registro. Tengo ya toda la información sobre los padres del joven, voy a entregárselas para que ustedes hagan lo pertinente.
De forma inevitable pensé en los padres del chico y en lo duro que sería para ellos enterarse de que su hijo había sido asesinado, sabía que tendría que ser yo quien intentase contactarlos, Jackson siempre me delegaba esa tarea bajo el argumento de que yo tenía más tacto para dar ese tipo de noticias.
—La muerte debió ser entre las veintiuna y veintitrés horas del jueves 17 de abril —continuó Williams con el informe—. Cuando llegó aquí el cuerpo aún estaba fresco, presentaba contusiones de agresión en brazos, espalda, abdomen y piernas; las contusiones fueron hechas con un objeto contundente, un bate de béisbol para ser más preciso, en varias partes del cuerpo encontré pequeñas astillas de madera de arce que tenían residuos del barniz y la cera que se utilizan para fabricar dichos objetos. Alrededor de las manos había señales de que ambas extremidades fueron amarradas con una soga gruesa, también encontré algunos residuos pegados a la piel: nylon, algodón, cuero... creo que podría tratarse de un ramal, el tipo de cuerda que suele utilizarse en la equitación. Las manos amarradas podrían explicar por qué no hay señales de defensa propia, pero además los exámenes toxicológicos arrojaron la presencia de pequeñas dosis de alcohol y de varias drogas en la sangre de la víctima: marihuana y cocaína, principalmente. Sin embargo, no fueron la presencia de estas sustancias las que llamaron mi atención, sino la de la escopolamina, conocida popularmente como burundanga.
ESTÁS LEYENDO
Deja que anochezca [ONC]
Mystery / ThrillerEl viernes 18 de abril de 1969, el cuerpo de un tercer adolescente aparece asesinado a las orillas de Central Park. Las víctimas coinciden en los signos de violencia en sus cuerpos, la causa de muerte y, sobre todo, en sus características físicas: j...