6. ADRIÁN

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—¡Espabila, Jayden! —gritó Jackson y me tronó los dedos frente a la cara—, han hablado a mi apartamento desde la estación,  acaban de encontrar un cuerpo en Central Park y cumple con las características de los otros asesinatos, ¡Tenemos que irnos!...

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—¡Espabila, Jayden! —gritó Jackson y me tronó los dedos frente a la cara—, han hablado a mi apartamento desde la estación, acaban de encontrar un cuerpo en Central Park y cumple con las características de los otros asesinatos, ¡Tenemos que irnos! Qué más quisiera yo que seguir durmiendo aunque fuese un rato más, pero decidí seguirte en la locura de este caso, y si no entregamos resultados nuestras cabezas rodarán.

—Dame dos minutos —le respondí—, espérame en el auto, por favor, enseguida bajo.

Jackson resopló y puso los ojos en blanco, pero luego asintió.

—No más de dos minutos, Jayden, tenemos que llegar antes de que los forenses levanten el cuerpo.

Le cerré la puerta en la cara y corrí de nueva cuenta hacia mi habitación, Adrián seguía recostado en el colchón, en la misma posición en la que lo dejé, no paraba de llorar. Me senté junto a él y el instinto me hizo deslizar mis dedos entre su cabello para darle consuelo.

—Adrián tengo que salir, pero tú tienes que esperarme aquí, ¿me entiendes? ¡No te muevas de aquí hasta que yo vuelva! Tienes que contarme qué fue lo que pasó.

—Ryan, tienes que ayudar a Ryan, yo... yo lo abandoné, yo no pude ayudarlo.

Adrián aún tenía las pupilas dilatadas y la mirada perdida, sin embargo, el estado de shock en el que llegó comenzaba a abandonarlo.

Me puse de pie y caminé hacia la puerta, miré a Adrián una vez más, el correspondió a mi mirada por un momento, pero luego sumió el rostro en el colchón y volvió a llorar. Salí de la habitación y tomé mi gabardina del sillón y las llaves del apartamento de la mesa de centro, en cuanto estuve afuera no lo dudé ni un momento: cerré la puerta con llave, no podía permitir que Adrián se marchase en el estado en el que se encontraba.

Jackson ya me esperaba con el motor encendido, en cuanto me subí puso al auto en marcha; por el espejo retrovisor miré hacia mi apartamento y la imagen de Adrián se incrustó en mis pensamientos. En el camino hacia Central Park, no pude dejar de pensar en él y en nuestra historia, juntos, en todo lo que nos unía, en cómo pasé de no tener más de un encuentro con ningún chapero a tener a uno en mi apartamento para protegerlo.


Cuando yo lo conocí, Adrián tenía poco más de dos meses de haber llegado a Nueva York.

Nuestro primer encuentro no fue distinto del que tuve con los chaperos que estuvieron antes que él, sin embargo, desde la primera vez que lo vi, algo en él llamó mi atención de una forma distinta a la del resto.

Recuerdo que aquella madrugada del 14 de febrero, salí de un bar ubicado en la Quinta Avenida con unas copas de más. Por aquellos días el alcohol se había convertido en un refugio de las constantes discusiones que sostenía con mi padre por no ser el policía que él esperaba que fuera y por no sentar cabeza y encontrar a la mujer con la que me casaría y formaría una familia.

Deja que anochezca [ONC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora