Tan nervioso estaba que no he pegado ojo en toda la noche. Miro el reloj que hay colgado en la pared. Aún es temprano, pero no tiene sentido seguir tumbado en la cama esperando algo que no va a llegar.
Me levanto y le preparo el desayuno a Willy. Luego me doy un baño. Similar al de ayer. Luego me como el tarro de moscas garrapiñadas que me regaló la vecina de arriba por ayudarle con las tuberías.
Termino de comer y vuelvo a mirar la hora. Aún falta un buen rato para reunirme con Ella. ¿Qué puedo hacer para matar el tiempo? De primeras no se me ocurre nada. De segundas tampoco. Finalmente decido salir a dar una vuelta por ahí. Que la Providencia provea. A ver qué me encuentro.
Caminando que camino llego a la Avenida de las Estrellas Rutilantes que Jamás Serán Vencidas. De repente, soy golpeado por un fogonazo de luz blanca que me deja momentáneamente aturdido.
—Pero ¿qué coño...?
No me gusta decir palabrotas ni insultos, creo que estoy por encima de eso, pero en esta ocasión no he podido evitarlo. Recibir un estallido de luz en todo el ojo es algo que, por lo que sea, suele ponerme de muy mal humor.
—¿Quién ha...? ¡Eh, tú! ¡Dame esa puta cámara, cabrón!
—¡Eh, eh, atrás! ¡No me toques! ¡Soy fotógrafo!—El tío va y lo suelta como si eso significara algo.
Las manchas de luz desaparecen y puedo ver a mi agresor: un hombrecillo achaparrado que ha sido bendecido con el peinado más estupendo del universo—es una abultada masa de cabello plateado con espirales doradas que se mantiene sobre la parte superior de su cráneo en una forma redonda y parece muy capaz de emitir sus propias emanaciones telepáticas—. Lleva gafas de espejo que le cubren media cara y su bigote tiene pinta de pertenecer a otra persona, por lo que seguramente sea falso.
Tipo de Incógnito, así te voy a llamar hasta que descubra quién eres.
—¡Oye, tú! ¡Escúchame bien! ¡La fotografía que se realiza con fines divulgativos es un derecho constitucional que no puede ser vulnerado por un famosillo de tercera categoría con delirios de grandeza! ¿Te queda claro? ¡Respétame! Si me tocas, si me pones un solo dedo encima, te meterás en un buen lío. Ademas—añade como si tal cosa—, todos sabemos que te encanta chupar pollas, no tiene sentido negarlo.
—¿Pero qué acuíferos me estás contando?
—Que te he escuchado cantar La balada de X'oan do'Garrok, hombre. Y sé, por experiencia propia, que es imposible cantar esa canción de manera más amanerada y gay, por no mencionar tu obsesión con los cetros y con todo aquello que tenga una forma, ya sabes, fálica.
—¿Me estás confundiendo con O'ogabi? ¿Por qué, porque los dos somos vodkin, y todos los vodkin somos iguales? Eso es muy racista, tío. Tu madre debe sentirse muy orgullosa de ti.
—Espera, ¿tú no eres O'ogabi, de los Bardos Lunares?
Niego tajantemente con la cabeza, pero Tipo de Incógnito no da su brazo a torcer:
—¡Demuéstralo!
Le enseño mi cédula de identidad. El documento pone fin a la disputa. Tipo de Incógnito se desmorona. Sus hombros descienden. Exclama:
—¡Oh, mierda! ¡Santa puta mierda! Perdona, tío. Lo siento muchísimo.
—No pasa nada.
—¡Me cago en Lir'grous, joder! Llevo tres días montando guardia en este rincón de mierda y aún no he conseguido ni una sola exclusiva. El mamón de mi informante ha debido darme mal el chivatazo.
ESTÁS LEYENDO
Doblan por los sueños
Mystery / ThrillerParodia del género detectivesco protagonizada por T'wolderip, un adorable y encantador aprendiz de detective vodkin que debe ocuparse de su primer caso.