IV

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1 semana

— Kaoru, no puedes seguir ocultándole la verdad —

— Él merece ser feliz... Él no merecía esto, lleva desde los 16 aquí, él no merece esto —

— Eso no evita su realidad, así sea triste deb- —

— ¡NO! —

El doctor solo suspiró y salió del consultorio, dejando al pelirosa hecho llanto, apretujaba los papeles que tenía en las manos y mojaba con sus lágrimas, cómo dice el dicho, no hay peor ciego, que el que no quiere ver.

...

— Hola Kojiro ¿cómo te sientes hoy? perdón por llegar tarde, hoy tuve muchos pacientes, alergias por las flores y así —

Eran las 5 de tarde, no había podido desocuparse antes y se mordió la lengua al saber que obviamente el peliverde no se sentía bien, pero podía ver el esfuerzo que hacía para no demostrarlo.

— Algo cansado y entiendo no te preocupes — dijo sonriéndole.

Sus ojos se veían cansados, tenía ojeras debajo, la piel demasiado pálida y los labios secos.

— ¿Te parece si hoy salimos un rato, al menos a caminar? —

A decir verdad, el más alto no quería salir, quería quedarse en cama, pero no podía negarse a esos orbes brillantes, así que terminó por acceder y aún así Kaoru sabía que podía ser arriesgado con su condición lograron llegar a la playa, eran las 6 de la tarde y el sol se ponía de manera hermosa, caminaron por la orilla sintiendo el mar y luego jugaron en la arena, cuando no había ya rastro del sol, decidieron volver al hospital a duras penas, el peliverde se sentía demasiado cansado.

— Kaoru... yo, no me siento bien — un ataque de tos lo sacudió y empezó a hiperventilar. 

— ¡¿Kojiro?! — 

El peliverde empezó a toser mucho más fuerte, Kaoru presionó el botón llamando a más enfermeros y al doctor, se supone que tendría que suministrarle medicina, se supone que tendría que colocar la aguja en su vena, se suponía que debía ayudarlo, pero sus manos temblaban, lo única que podía hacer era mirar, ver como el pecho de Kojiro subía y bajaba con intensidad, la voces a su al rededor hacían eco y rebotaban en su mente.

— Necesitas salir de aquí Kaoru — 

El doctor al no recibir respuesta solo lo llevó afuera y lo encargó a sus compañeros, demonios, necesitaba calmarse.

...

Luego de un rato, las cosas parecían pacificas, entonces decidió entrar a la habitación de Kojiro, se acercó a la camilla, estaba dormido y tenía puesto unos tubo para ayudarle  respirador, no pudo evitar llorar, nunca en sus 27 años de labor, nunca se había encariñado con un paciente, nunca se había enamorado de uno, y verlo así, solo destruía su corazón, acomodó suavemente sus rizos y delineó su rostro y no pudo evitar dirigir su mirada a sus labios, sonrió entre lágrimas, estaba siendo egoísta pero al menos, al menos quería regalarle su primer beso.

El sonido de la maquina retumbaba en la habitación mientras silenciosamente sus labios sellaban el suave e inocente amor que se tenían. 

ANGELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora