Gorda

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Narra Pablo

Me desperté en la madrugada con ganas de ir al baño y con sed. Fui al baño e hice mis necesidades, para luego bajar e ir a buscar algo para beber a la cocina.

Y me la encontré a ella, bebiendo agua mientras escribía algún texto, no me vio ni escuchó. 

Planeé asustarla. Silenciosamente caminé hasta detrás suya y puse una mano cubriendo su boca y me mordió fuertemente asustada. 

— Auch — susurré detrás, pero dijo mi nombre antes de haberme visto cuando volteó. 

— Vos querés matarme de un susto, ¿no? — gruñó en un susurro. — ¿Qué hacés acá? Es tarde.

— Lo mismo pregunto yo, modelito — respondí y rodó los ojos. 

— Me desperté con sed y vine a tomar algo — murmuró de mala gana. — ¿Feliz? Ahora vos, ¿qué hacés acá? — preguntó nuevamente. 

Suspiré y me detuve a observarla un segundo, iba en un mini short de pijama y su remera corta a conjunto. Iba preciosa, tenía un cuerpo de envidiar y es puto el que diga lo contrario. 

— Lo mismo — pronuncié. Fui a la nevera y tomé la botella de agua. Me serví un poco en un vaso y me giré a intentar descifrar qué tanto escribía y escribía en su celular, ya que había decidido ignorar mi presencia y volver a lo que anteriormente hacía en aquel aparato. — ¿Ya me dirás qué tanto escribes o lo mantendrás en secreto? — pregunté y lo apagó rápidamente levantando su vista a mí. 

— ¿Tan interesado estás, princeso? — dijo en broma. — ¿No podes vivir sin que te esté atendiendo todo el día? — siguió. 

— Ya quisieras — contesté sacándole la lengua. — Es sólo curiosidad, ¿qué tanto escondes tú? — contraataqué. Volvió a ignorarme y seguir escribiendo, así que tomé su celular y comencé a leer.

— Devolvelo, Pablo — ordenó enfadada y preocupada. 

Pero la ignoré y leí lo que tanto escribía. Eran pequeños fragmentos de escrituras suyas, interesantes.

Hablaban de su vida, problemas que tenía, había algunos muy viejos, pero uno me llamó mucho la atención y tomé mi tiempo de leerlo detenidamente. 

Parecía un poema o algo por el estilo, se titulaba "Ayuda", gritaron silenciosamente. 

No podía creer lo que mis ojos acababan de leer así que decidí releerlo en voz alta, Ari me miraba estresada. 

— Gritar y pelear, también llorar y cansarse. ¿Vale la pena? Perfección. Deben ser perfectos. Belleza. Deben ser hermosos. "Sin dolor, no hay ganancia", les convence el cerebro. "Ten hambre, vale la pena, obtendrán su cuerpo flaco", les convence el cerebro. “Sentimientos apagados, mantente fuerte”, les ordena el cerebro. Su corazón se está cayendo a pedazos, ¿te darás cuenta? Están pidiendo ayuda a gritos, ¿te darás cuenta? Se están enfermando, ¿te darás cuenta? La sociedad los está matando, ¿te darás cuenta? ¿Te darás cuenta? Ella odia su cuerpo. (Él también lo hace). Se castiga a sí mismo, y se muere de hambre. (Ella también lo hace). Se enfermaron, se dieron cuenta. Lucharon por sí mismos. "Ayuda", gritaban silenciosamente desde el principio. ¿Te diste cuenta? — releí. 

— Dame mi celular, Pablo — ordenó enfadada ignorando lo que había leído. No se lo dí, y lo tomó de mis manos.

— Ari, ¿sufriste de trastornos alimenticios? — pregunté preocupado. 

— No te metas en mi vida — respondió cortante. 

— Soy tu mejor amigo — sentencié, y tomé su brazo para que no se fuera. 

La Luz En Mi Oscuridad +18 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora