I. I'll be gone in the A.M.

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Levi Ackerman se montó en su auto, un vehículo de modelo reciente, de finas vestiduras de cuero y reluciente pintura negra. Lanzó el saco al asiento trasero, fastidiado, y sobre éste, el portafolio de cuero negro. Aflojándose la corbata, de seda gris acero, permaneció un momento en silencio mientras encendía el auto y dejó su teléfono celular sobre el tablero.

Podría decirse que tenía una vida de ensueño. No había nada que no tuviera y nada que pudiera desear, excepto, tal vez, un respiro de esa vida perfecta... Aburridamente perfecta.

Salió del estacionamiento de su empresa, propiedad de su antiguo compañero de universidad, de su pelotón y su mejor amigo, Erwin Smith, y condujo hasta donde habían quedado en verse para beber unos tragos después del trabajo, un bar. "Una junta informal", había dicho Erwin por teléfono. Se dispuso a llamar a su esposa para avisarle que no iría a cenar y que acostase a los niños, sin esperarlo despierta. Petra no le hizo el menor reproche, simplemente le dijo que volviera con precaución.

Por un lado, se sintió tranquilo con esa respuesta, porque no había drama, no había manipulación, no había discusión alguna sobre no volver para la cena o llevarla a ella a cenar fuera. Realizaba los deberes de la casa con meticulosidad y pulcritud, se encargaba de su ropa, cuidaba a los hijos de ambos, era la madre y esposa perfecta y cualquiera estaría complacido con su conducta, valores e incluso con su aspecto, pues era una hermosa mujer, delicada y de rostro y cuerpo perfecto, liso cabello pelirrojo y piel de alabastro, blanca y suave sin una sola marca, aún cuando había sido parte del mismo escuadrón en que Levi había servido en el ejército. Petra había sido trasladada luego a Inteligencia y Estrategia y allí permaneció hasta que fueron dados de baja durante la Gran Guerra. Finalmente, siendo ya veteranos, se mantuvieron en contacto hasta que, convencido por la conveniencia de continuar con una vida pacífica, la pidió en matrimonio y tuvieron una boda sencilla con sus familiares y algunos amigos del ejército.
En la realidad, no eran unidos, no parecían enamorados. Pero Petra había sido criada de la misma manera y su madre y su padre habían tenido una relación similar, conveniente para los intereses y las apariencias y ella parecía igualmente conforme, sobre todo porque Levi Ackerman era un hombre sin vicios, sin problemas previos, sin ningún antecedente incómodo y en general, alguien que podía asegurarle ser una mujer plena según el esquema de vida que había planeado para sí misma.

Levi pensaba en todo eso cuando bajó del auto, que había estacionado frente a la entrada del bar, entregó las llaves al valet parking y entró. El local era cómodo y agradable, aunque como todos los bares, con una atmósfera entre romántica y mal iluminada que daba la impresión de que fluía más el alcohol en ese ambiente, de modo que siempre se sentía un tanto más dispuesto a beber en ese tipo de sitios. Vio que Erwin revisaba su teléfono en una de las mesas del fondo, no muy lejos de la barra y se acercó, con esa expresión taciturna y seria que lo caracterizaba. Erwin se levantó, y le saludó, afable.

Eran un par curioso. Levi apenas sobrepasaba el metro y sesenta centímetros de estatura, en tanto que Erwin rebasaba el metro noventa; Levi era un hombre serio y obscuro de actitud, en tanto que Erwin era un hombre abierto, amigable e incluso parecía algo cínico y sin embargo, en todas esas diferencias, compartieron en su momento un fuerte ideal, el de la supervivencia. Ese ideal les había permitido unir fuerzas y salir con vida del conflicto armado en que ambos habían entrado juntos desde la universidad y ambos habían logrado salir con vida sin aparentes secuelas permanentes, al menos físicas.

Con el tiempo, Erwin había construido un imperio y, sabiendo previamente de las habilidades de Levi para los negocios, pidió su ayuda, lo contrató y finalmente lo convirtió en el CEO de su gran empresa. Así de inmenso era su nivel de amistad y confianza hacia él.

Erwin le dió un abrazo rápido, sonriendo, en tanto Levi lo recibió sin mucha expresión, y se sentó. Casi de inmediato, un mesero se acercó a su mesa y les preguntó si deseaban ordenar algo antes de empezar, no sin antes depositar en su mesa una tabla de delicatessen variados, desde foie-gras hasta delicadas cucharas de plata con fino caviar importado de un indescifrable color.

Erwin pidió una cerveza. Levi, en cambio, un beton, la mezcla de Becherovka, un licor de hierbas y agua tónica.

Algo de lo que no sólo Erwin, sino la mayoría de las personas reconocía en Levi, era que tenía gustos sumamente refinados y que, contrario a lo que podrían pensar de sus gustos, en contraste con su personalidad seria y prolija, es que eran aburridos. Por el contrario, Levi era intrépido en algunos aspectos insospechados, y uno de ellos eran sus elecciones de aperitivos y bebidas. Usualmente era extraño que bebiera otra cosa que agua o té negro durante las juntas o en su oficina durante el día, pero usualmente, si estaba en un bar o un restaurante, era innegable que tenía una preferencia exquisita. Los sabores potentes le iban y lo hacían sentir una especie de electricidad que lo despertaba, como si le dieran vida a sus huesos muertos.

Una vez con sus bebidas y bocadillos, Levi fue directo al grano.

- ¿Y bien? ¿Para qué querías verme? - dijo, bebiendo un sorbo del trago y analizando su color obscuro en el vaso.

- Hombre, sólo quería que nos pusiéramos al día y nos relajáramos. Hace tiempo no cenamos juntos ni nos reunimos y hay que hacer ajustes que necesito discutir fuera de la empresa contigo, pero no es nada del otro mundo.

- Menos mal - respondió Levi, cansinamente - Hace un tiempo que pretendo descansar un poco. Quisiera ir de vacaciones.

- ¿Llevarás a Petra y a los niños de paseo? - Erwin sabía que salían al menos de vacaciones dos veces por año.

- No - respondió Levi, mucho más serio de pronto - Quisiera tomar unas vacaciones solo. Dos o tres días fuera de casa.

- Ese no eres tú, Levi - dijo Erwin, algo sorprendido - ¿Ha pasado algo?

- No. Esa es la razón. No ha pasado nada - Su rostro parecía el mismo, pero el tono de su voz, extrañamente neutral por lo regular, en ese momento sonó extraño en los oídos de Erwin, como si Levi estuviera tan hastiado, que fuese a lanzarse de un edificio.

- Bueno, está bien, todos necesitamos tiempo libre de la familia y los hijos, no puedo culparte. Creo que podemos resolverlo para la siguiente semana, mientras tanto resolvamos los pendientes conforme vayan presentándose...

Continuaron hablando por un tiempo hasta que al local ingresó una mujer. Por alguna razón su cabello castaño como de caramelo, desaliñado, mal peinado en una cola de caballo, la piel morena del rostro, las gafas sobre el puente de la nariz, salpicado de pecas, la gabardina negra o quizá los pantalones ajustados, llamaron poderosamente la atención de Levi, a tal punto que quería levantarse de la mesa sólo para admirarla más de cerca.

Ante las risas de Erwin, Levi se levantó y de inmediato se fue acercando a la mujer en la barra. Ésta, que ya había pedido su bebida y la aguardaba, tímidamente puso las manos sobre el regazo y Levi pidió al bartender que le sirviera otro beton, en tanto ponía un billete sobre la barra.

Hange le sonrió cortésmente, y accedió a hablarle, aunque no supo qué decir. Levi parecía embelesado, esperando que dijera algo, cualquier cosa.

Finalmente, Hange habló, aunque fue tan inesperado lo que dijo, que Levi no pudo más que reír.

- ¡Enano! Hace siglos que no sabía nada de ti. ¿Cómo estás?

Erwin los vió desde la mesa y en el momento que Levi soltó una carcajada fresca y espontánea, fue como si acabase de ver al mismo diablo.

Ni una sola vez en su vida, Levi se había reído de esa manera con nadie y él jamás lo había visto hacerlo tampoco.

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