siete ・゚゚・。

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Octubre del 2000. 

Lionel se encontraba recostado en su cama, descansando lo más que podía antes de tener que levantarse a hacer sus quehaceres. Se había despertado hace un rato, más decidió permanecer un rato más en su cama, tan solo mirando el techo y pensando en tonterías.

—¡Leo, cariño! —llamó su madre, haciéndolo suspirar profundo—. ¿Puedes bajar? Hay visitas.

Lionel gimoteó con cansancio. Había olvidado que una amiga de su madre vendría. Era una mujer vieja, así que creyó que solo tomaría café con su madre y ni el ni sus hermanos tendrían que bajar a saludar.

—¡Ya voy! —avisó, levantándose de su cama.

Se cambió su pijama por sus usuales shorts deportivos y una remera de alguna banda vieja que encontró por ahí. Bajo los escalones corriendo, logrando que su madre lo reprendiera por descuidado. Finalmente llegó a la sala de estar, donde se encontraba su madre, sus hermanos, y una mujer de la tercera edad sosteniendo a una bebé. Saludo tímidamente, apresurándose por acomodarse a un lado de su hermana, evitando tener que tener alguna otra interacción con la desconocida.

Su omega era demasiado joven aún, no hacía mucho tiempo de que se había presentado. De todos modos, era capaz de reconocer que la bebé se encontraba inquieta; eran muchos olores nuevos para ella. El dulce aroma de cachorra que emanaba la nena tenía ligeros tonos agrios, era claro que no quería estar ahí. Lionel río internamente, la comprendía.

—Celia, me da mucha vergüenza, pero me gustaría pedirte un favor —comenzó la mujer, después de haber estado un rato platicando.

Lionel prestó atención por primera vez, por fin algo captando su interés desde que había bajado a saludar.

—¿Qué es, Laura? —inquirió la mujer, dejando su taza de café en la mesita frente a ella. 

—Tengo que salir a hacer unas cosas, quería saber si vos podes cuidar a la beba un rato —comentó con vergüenza—. Es que como llegué recién no pude pedir con alguien más para que la cuiden. Pensaba llevarla conmigo, pero esta llorando mucho y seguro se pone peor afuera —explicó. 

—Ay, obvio la cuidamos acá —exclamó alegre, mirando a su hijo de 14 años y a su hija menor cargando a la bebé—. Vos hace lo que necesites. 

—Ay, Celia —comenzó—. Muchas gracias. Te llamo cuando venga a recogerla —prometió, levantándose entonces del sofá. 

Ambas mujeres se despidieron, y entonces Lionel sintió como pudo respirar nuevamente al sentirse cómodo nuevamente en su hogar, sin presencias terceras. Se acercó curioso a Matías, quien sostenía a la cachorra que se removía inquieta entre las mantas. No era muy fanático de las cosas nuevas, es más, si cambiaban algo en su rutina solía incomodarse. Aún así, no pudo evitar fisgonear a la bebé que tanto capturaba la atención de todos en la casa. 

—Cargála, Leo —animó su hermano, extendiendo el bulto para que lo sostuviera. 

—No sé cargar bebés —respondió serio. No era que quisiera rechazar la oferta de su hermano soplo porque sí, sino que verdaderamente le daba miedo que la cachorra se lastimará estando con él. Su hermano no se dio cuenta, creyó que estaba siendo grosero. 

—Sos un amargado —se quejó, levantándose del sofá donde estaba—. Vamos Sol, juguemos con la beba en otro lado —indicó, siendo seguido por la niña escaleras arriba. 

—¿Soy amargado? —cuestionó el pequeño omega a su madre, sintiéndose mal por lo que su hermano le había dicho.

—No lo sos, mi niño —consoló, besando con suavidad los cabellos de su hijo—. Tú hermano es un bobo, vos no le hagas caso.

❝𝐂𝐎𝐍𝐍𝐄𝐂𝐓𝐈𝐎𝐍❞ ; mechoaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora