Cómo no perder el control, cuando pierdes el control

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Cuando el se fue, ella recuperó el aliento. Quería hablar con alguien, consultar si era normal estar tan nerviosa y ansiosa. Nunca, ni en su adolescencia se había permitido sentirse así, nunca se había dado el tiempo para dejarse llevar por las emociones o para salir con un hombre que ciertamente exudaba inestabilidad. Pero eso no era evidente para todos, pensó ella, porque tenía este físico increíblemente atractivo adornado con vestimentas poco comunes. La verdad es que a pesar de usar pantalones muy altos y chalecos sin mangas, se veía guapísimo todo el tiempo, y ella sabía que apenas él le pusiera las manos encima podría sentir sus anillos helados, erizándole la piel. Sabía que su barba probablemente le rozaría la piel de la cara si la besaba, probablemente esta se irritaría. Ese pensamiento le secó la boca e hizo que su estómago se retorciera. Busco una botella de agua y recordó que él no le había dicho a qué hora se verían, pero de todas formas escogió una falda larga lila abrochada a la cintura, con un pequeño top blanco. Sus piernas se veían largas con el atuendo a pesar de su corta estatura, cuando tuvo todo listo buscó en su neceser por maquillaje, decidiendo que no usaría mucho. Siempre le había acomplejado su piel por lo sensible que era, se sonrojaba y si dejaba de usar productos hipoalergénicos le aparecían alergias de todo tipo, pero en Japón se había mejorado mucho.

El aire parecía estar espeso y el viento que entraba por la ventana del baño traía consigo pétalos blancos del cerezo de afuera. Empezó a ponerse nerviosa a medida que pasaba el tiempo, y la luz desaparecía.  Encendió su tablet y revisó las redes sociales de la pastelería mientras la ansiedad la consumía. Todo se veía igual que como lo había dejado. Se echó un último vistazo en el espejo y se encontró sonrojada y bonita. Sus ojos grandes brillaban y su cabello había escogido ese día para colaborar, teniendo unos preciosos rizos oscuros rodeando su rostro y cayendo por su espalda.

Se recostó sobre la cama y se quedó dormida. Despertó sobresaltada, sin saber que estaba soñando, primero reconoció el sonido del viento moviendo los árboles y haciendo sonar la madera de la casa. Pronto sintió que el crack crack venía acompañado de alguien diciendo su nombre. Se puso de pie con velocidad y se arregló los tirantes del top. Tenía los ojos hinchados y el cabello desordenado. Con un suspiro se acercó a la puerta y la deslizó, encontrando a Harry con las manos en sus bolsillos. El la miró en la oscuridad de la entrada de la habitación y ella distinguió como se lamía los labios.

-Perdón, me quedé dormida...

-Eso puedo ver- él le sonrió con ojos serios, como esperando algo de ella.

Pronto reaccionó - ¡Ah! Pasa... Perdón, se me había olvidado que comeremos aquí...

Harry la miró cuando estuvo dentro, la luz estaba tenue pero pudo apreciar la deliciosa curva de su cadera y supo que no podría aguantar mucho, pero cuando ella encendió la luz, pudo verla por completo y casi se le escapa un gruñido. El top dejaba a la vista un delicioso trozo de piel de su estómago plano, y podía ver el contorno de unos pezones prietos bajo este.

Ella acomodó en el suelo dos almohadas con funda blanca que estaban apiladas dentro del armario, que supuso eran para eso y se sentó en una, tratando de evitar su mirada. Se sentía extremadamente hormonal cada vez que hacían contacto visual, pero el estaba quieto y tuvo que mirarlo, para ver que le estaba tomando tanto tiempo, pero estaba de pie, unos pocos pasos más allá sin quitarle los ojos de encima.

-Voy a pedir algo para beber, ¿Qué te gustaría?-preguntó ella levantándose y moviéndose hacia el teléfono que estaba en la pared.

-Lo que tu elijas estará bien.

-Seguramente tu sabes mas de bebidas japonesas, por lo visto tienes buena fama por acá -le sonrió y se dio cuenta de cómo sonaba lo que había dicho.

Un amor, un tormento. H.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora