Mi mundo está roto

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- No huelo muy bien, ¿verdad? ¡Ay!

Linka gritó cuando sintió el contacto del agua oxigenada en una de las heridas de su brazo. Tras quitarse el traje de ardilla, Lincoln descubrió alarmado que la niña tenía varias heridas y escoriaciones en su brazo derecho, el que había utilizado para cubrirse de los golpes. Así que la convenció de que era necesario curarla. Si esas heridas se infectaban, su salud podía verse seriamente comprometida.

- Ya casi termino, Linka. Aguanta un poquito, por favor -dijo Lincoln, suavizando su voz todo lo que pudo-. Y respecto a lo otro, no te preocupes. Es muy normal cuando tienes que vestir un traje acolchado como ese, ¡y con este maldito calor!

La niña se sonrió levemente, y Lincoln se alegró por ello. No cabía duda de que Linka necesitaba motivos para sonreír. Después de todo, su olor no era peor que el que despedían él mismo o su hermana Lynn, tras una fatigosa sesión de deporte.

- Aun así, quisiera bañarme -dijo ella-. Nunca estuve acostumbrada a los deportes, o a sudar; me disgusta mucho tener mal olor. Mi hermano Lynn siempre trató de que me involucrara en el deporte y no me preocupara por esas cosas, pero... Tú sabes.

Lincoln asintió. Las últimas palabras de Linka le dieron una idea.

- Creo recordar que hay unos baños públicos cerca del centro comercial. ¿Te gustaría ir?

- ¿De verdad? -dijo la niña, con una sonrisa encantadora.

- De verdad. ¡Vamos!

Lincoln la tomó de la mano, y la niña se dejó llevar.

***

- ¿Te sientes mejor, Linka? -Preguntó Lincoln, mientras sorbía los restos de su helado.

- Claro que sí, Lincoln. ¡Gracias!

El chico la miró. Después de su baño, Linka se había animado considerablemente, y ambos habían pasado una tarde encantadora. Comieron y dieron varias vueltas por el centro comercial, ante la mirada divertida de muchas personas que los consideraban una pareja de mellizos muy unidos, divirtiéndose juntos, en una tarde de sábado.

Lincoln estaba encantado con ella. Realmente, su carácter y sus gustos eran muy parecidos. Linka prefería detenerse para jugar ante un arcade que ponerse a ver ropa, o accesorios de arreglo personal.

Estuvieron conversando mucho. Por acuerdo tácito, casi no tocaron casi el tema del maltrato que Linka sufría. En cierto modo, ambos sabían que no podían hacer gran cosa al respecto. Lincoln no podía enfrentarse a los hermanos ni a los padres de ella, y la misma Linka ya había intentado hacerlos entrar en razón con todos los medios que a Lincoln se le ocurrieron. Lo mejor era ayudarla a pasar una tarde increíble, y hacerle olvidar por un rato el calvario que estaba viviendo.

Ya atardecía, y mientras los niños conversaban sobre sus cómics favoritos de Ace Savvy se dieron cuenta de que era necesario regresar. Quién sabe qué podría hacer la familia de la niña si no la encontraban, cuando regresaran a casa.

En el autobús de regreso, ambos iban muy callados y tristes. Lincoln tenía una sensación de impotencia e incompletitud. Había pasado una tarde maravillosa con Linka. La niña se parecía tanto a él, que casi podían adivinarse el pensamiento. Era como un alma gemela, y nunca había sentido ese tipo de conexión con nadie; ni siquiera con su amigo Clyde.

Pero también diferían en muchas cosas. La perspectiva femenina de Linka era a veces muy distinta, y captaba matices situacionales que Lincoln jamás hubiera considerado. Y esas pequeñas diferencias le gustaron tanto como sus similitudes.

Le gustaba mucho estar con ella, y le dolía pensar que era imposible que la volviera a ver: los separaba todo un universo; una realidad en la que él no existía, y en la que no hubiera podido existir jamás.

Un amor inconcebible (Lincoln x Linka)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora