Te quiero aunque ya no quiera (PARTE ÚNICA)

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    Todos conocemos esos rumores de "Pedro y Jorge no se llevaban bien", así que aquí les dejo mi versión...

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La primera vez que Jorge Negrete le suelta una indirecta, ambos se conocen oficialmente desde apenas una semana y Pedro demora varios segundos en reaccionar:

—Sabe, yo no sé lo que acostumbra hacer usted pero lo normal es que el libreto se lo aprenda antes de filmar.

Son las palabras que el gran Charro Cantor de Guanajuato pronuncia cuando Pedro se equivoca por tercera vez rodando la misma escena, y el menor no está seguro de si se lo imaginó o si su compañero actor le dedicó incluso una sonrisa insípida antes de voltearse a la maquillista. Un suspiro cansado que hasta pareció insultante.

Pedro digiere el momento por un instante antes de que Ismael exclame uno de sus "¡corte!", y de repente el silencio en el set es reemplazado por el ruidaje del equipo entero moviéndose fuera de sus lugares cuando anuncia una media hora de descanso.

El Ídolo de Guamúchil parpadea, desorientado, todavía observando a Jorge Negrete que le da la espalda y a la muchacha que le retoca el polvo en el rostro, y aún sin palabras, se da la vuelta para aceptar el libreto que Carlos le está devolviendo.

Nadie más parece haber escuchado su intercambio de palabras.

Bueno, resignación más que intercambio.

¿Pues qué se supone que responda a eso, si todavía no termina de entender lo que acaba de pasar? Siente que debe una disculpa, aunque sea más bien una obligación antes que una expresión sincera. Porque Jorge no vuelve a mirarlo, ni siquiera le da la oportunidad de responderle y el momento queda en eso. En Pedro sintiéndose fuera de lugar, en una obligación moral a disculparse que no llega a nada, porque el desconcierto le gana. Porque lleva más de tres días sin poder dormir dos horas de corrido y porque lo último que hubiera esperado de Jorge Negrete hubiera sido un comentario semejante.

—Tómese un descanso, —le dice Carlos Orellana, y Pedro vuelve a parpadear y regresa al momento— un poco de aire fresco le va a venir bien.

—Ya ni la amuelo, —es lo que sale de su boca cuando el guionista se le acerca con una sonrisa apenada— ando mal dormido, vio.

Carlos asiente y le da una palmada en el hombro, claramente restándole importancia al asunto. Claramente en desacuerdo con lo que el mismo Jorge Negrete opina sobre su pequeño desliz de palabras. Sobre no aprenderse correctamente los diálogos.

—Usted tranquilo, —le dice Carlos— no es ni el primero ni va a ser el último en equivocarse. Además eso significa que le va bien en el trabajo.

Pedro suelta una risa.

—Ah, no. Eso sí... —le devuelve la sonrisa amistosa a Carlos y se excusa de la escena mientras piensa hasta demasiado bien. Hasta demasiado trabajo.

Se encierra en su camerino por los siguientes veinticinco minutos y memoriza cada uno de los parlamentos. Los de él, los de Jorge. Los de la escena siguiente y los de la escena que le sigue a la siguiente. No se vuelve a equivocar en lo que resta del día y Jorge Negrete no vuelve a dirigirle la palabra en lo que resta del rodaje esa tarde.

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Y Pedro se arrepiente de no haberse disculpado en el momento oportuno. Se arrepiente tan solo dos días después, cuando vuelve a coincidir con el Charro Cantor en el set, cuando llega tarde una vez más porque otra entrevista en la radio atrasó su itinerario, cuando les toca grabar la escena en el casino.

Luces, cámara, acción Donde viven las historias. Descúbrelo ahora