Irremediable

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5 meses

Había cosas en la vida que eran irremediables

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Había cosas en la vida que eran irremediables.

Cosas tan difíciles de evitar que simplemente era imposible hacerlo. Como, por ejemplo, besar a Chifuyu en la punta de la nariz cada vez que despertaba y el otro aún seguía dormido, con sus largas pestañas color trigo casi rozándose entre sí, y sus labios rosados entreabiertos.

O sonreír sin esfuerzo cada vez que Chifuyu ponía la radio mientras cocinaba, meneando su cintura al ritmo de la música y montándose él solo el concierto del siglo mientras cortaba verduras, entre risas alegres.

O trasladar a Chifuyu a la cama cuando este se quedaba dormido en su escritorio a causa de haber trabajado más de la cuenta.

Abrazar a Chifuyu por la espalda cada vez que lo pillaba todo concentrado y entretenido jugando con Aiko.

Reír de las expresiones faciales que hacía su pequeña cuando probaba un nuevo alimento (nunca se iba a olvidar de aquella vez en la que Mikey le hizo chupar un limón, en aquel momento el imbécil se ganó un golpe por haberle hecho probar eso a la niña, pero ahora se reía cada vez que recordaba la carita tan graciosa que puso Aiko).

Alimentar todos los días a los gatos callejeros del descampado que había cerca de su apartamento.

Levantarse varias veces en la madrugada para atender a Aiko cuando lloraba, incluso aunque estuviese muerto de sueño y al día siguiente tuviese que madrugar.

Amar a sus mejores amigos, aun cuando eran una verdadera banda de idiotas y a veces solo sentía la necesidad de atizarlos con lo primero que pillase.

Enamorarse de Chifuyu cada día un poco más...

En definitiva, todas aquellas cosas eran irremediables en su vida; cosas que no podía evitar hacer o sentir ni aunque se esforzase.

Cosas que servían de introducción para explicar lo irremediable que había resultado para él el comprar ese pijama de gatita para bebés que había visto en una tienda del centro comercial.

¡No podían culparlo! De verdad que le había sido imposible resistir el impulso de llevárselo cuando lo vio ahí, en el escaparate, tan pequeñito y suave. Nada más percatarse del gorrito que traía unido el pijama, con esas adorables orejitas de gatito, la tierna imagen de Aiko con él puesto le había nublado la mente. Había sido una necesidad básica el pasar dentro y preguntarle a la dependienta si tenía talla de 5 meses.

Y menos mal que lo había hecho.

Porque ahora, mientras contemplaba a su bebé enfundada en aquel holgado pijama, con el gorro de gatito tapando sus aún escasos cabellos oscuros, casi sufre un paro cardíaco. Un paro cardíaco positivo, por supuesto. Si es que los paros cardíacos podían ser positivos.

Sempiterno┊BajiFuyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora