—¿Qué? —jadeó, sin voz—. ¿Por qué? Pero yo no te dije nada, no...
—Esa es la cosa, que no me dijiste nada —aclaró, asombrado porque ella no estuviera en su misma onda. Se la quedó mirando de hito en hito, como si quisiera averiguar si se estaba quedando con él—. Respeté tu espacio una semana, pero viendo que no sabía nada de ti, fui a nuestra casa y vi que te habías llevado tus cosas, que habías vaciado la nevera y desconectado la luz, y... Joder, tu padre me espetó con más aspereza de la habitual que habías vuelto con ellos, y no te habías llevado el coche contigo, y luego me llegó un correo diciendo que te habías dado de baja del gimnasio, y... —Bufó de golpe, pasándose la mano por la cara—. Hostia, Maxine, ¿qué cojones creías que iba a pensar, aparte de que me habías sacado de tu vida sin más, sin considerar que nos mereciéramos una conversación de... cierre, una despedida en condiciones?
Maxine tragó saliva.
—Es verdad que, viéndolo así, suena terrible —reconoció, retorciéndose las manos en el regazo—, pero... Verás, es que me avergonzaba hacer uso de tu dinero cuando no sabía qué iba a ser de nosotros, eso es todo. De hecho, nunca me he sentido bien disponiendo de tu tarjeta de crédito, pero supongo que eso no viene al caso ahora mismo. Yo nunca te dejaría sin decirte nada. ¿Acaso no me conoces?
Un anhelo frustrado trastocaba la expresión de Dylan. La miraba como si no hubiera nada que deseara más en el mundo que creer a ciegas en su palabra, pero se lo impedía el muro invisible, aunque notable, que la incertidumbre y el sufrimiento habían levantado entre los dos.
—Teniendo en cuenta cómo te has comportado este último mes, ¿te sorprendería que te dijera que no? Nunca pensé que desaparecerías de mi vida sin más, sin un solo mensaje de cortesía, ni que dedicarías todo este tiempo a divertirte en clubes con una nueva amiga, de lo cual quiero que sepas que me alegro —se apresuró a agregar, levantando las manos—, porque nunca me ha hecho gracias que estés tan sola, pero seguro que puedes entender que me resulte chocante y un poco... desconsiderado conmigo —concluyó en voz baja. Sonaba más sorprendido que decepcionado, pero sí, también decepcionado—. Jamás se me habría ocurrido imaginar que la Maxine que quiero cortaría por lo sano después de llamarme anormal a la cara. ¿O acaso crees que tú no empleaste palabras que me dolieron durante la discusión?
Maxine pestañeó varias veces. Tuvo que ignorar la punzada de dolor que le había producido el comentario sobre su soledad para defenderse.
—Acababa de enterarme de algo muy gordo, Dylan —replicó con tiento, esperando sonar razonable—. No puedes juzgarme por haberme enfadado contigo.
—Y claro que no te juzgo. Lo sabrías si hubieras leído mis mensajes o si me hubieras escuchado antes de largarme a gritos de mi propia casa —apostilló sin ápice de rencor, tan solo recitando los hechos objetivos con una tristeza inconsolable—. Estás en todo tu derecho de estar enfadada, y por eso me he deshecho en disculpas, pero yo también tengo sentimientos, y los heriste al tratarme de esa manera. Podías reprocharme la infidelidad si así la considerabas, pero ¿tratarme como un bicho raro? No te haces idea de la cara que pusiste, de la forma en que me miraste... —Agachó la barbilla para enfocar la vista en la palma de la mano, cuyas líneas recorrió con el pulgar mientras encontraba la fuerza para continuar—. Me fui convencido de que no volverías a quererme igual, y tu prolongado silencio lo confirmó.
—No te castigaba con mi silencio. Solo quería un tiempo —se justificó con voz ahogada.
Dylan alzó la barbilla de golpe.
—¿Y por qué no me lo dijiste? ¿Por qué no respondiste diciendo que necesitabas espacio? —Sonó desesperado; furioso con la Maxine del pasado—. ¿Por qué me dejaste pensar que te había perdido, joder? ¿No ves que ahora es...?

ESTÁS LEYENDO
FURTIVO: Esta noche mando yo
RomanceNUNCA LE DIGAS A UNA MUJER QUE NO ES LO BASTANTE VALIENTE. Maxine Sagal llevaba una vida sencilla sin proyecciones de futuro: vivía en Los Ángeles con su prometido, Dylan Bradbury, uno de los herederos de la famosa multinacional tecnológica de Nueva...