Capítulo 6 [PARTE II]

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Maxine agachó la mirada y la concentró en las manos, que habían estado descansando en el regazo con los dedos engurruñidos. La tensión acumulada en las cervicales empezaba a pasarle factura; le costó echar los hombros hacia atrás y relajarse lo suficiente para ofrecerle una verdad resignada.

—No tengo amigas.

—¿Cómo no vas a tener amigas? —se rio Carey con incredulidad. Que le resultara inverosímil halagó a Maxine, pero el bloqueo emocional le impidió sonreírle con agradecimiento. Carey leyó en su semblante entristecido que estaba siendo sincera y pestañeó, anonadada—. Anda ya, Max. ¿Ninguna del instituto?, ¿de la universidad?, ¿de ese trabajo que tienes en la escuela pública? Eres profesora, ¿no?

Maxine sacudió la cabeza, avergonzada.

Cuando les contó a las Spice Girls que seguía trabajando de maestra de castellano en un instituto público, no pensó que llegaría a forjar una especie de amistad con Carey, ni que se vería en la difícil tesitura de admitir que había mentido para agradar, como si aún tuviera quince años y dependiera de las bendiciones de las chicas populares para disfrutar de una vida social envidiable.

—Dejé de trabajar cuando Dylan y yo nos fuimos a vivir juntos. Vamos, cuando la relación se asentó. No es que él me obligara, ni nada de eso —aclaró enseguida, temiendo las conclusiones precipitadas que Carey pudiera sacar—, pero me dijo que con su sueldo estaríamos más que provistos, y que si me agobiaban los horarios exigentes del instituto, podía dedicarme a... otras cosas, como los cuidados del hogar. A mí me gustaba dar clase, la verdad, pero tenía que conducir dos horas y media para ir hasta allí, terminaba tan cansada que me quedaba dormida cuando salía por la noche con Dylan, y el estrés me estaba matando, así que simplemente... acepté. Sé que va contra la idea de mujer independiente que tú enarbolas y que...

—Olvídate de lo que yo pienso —atajó sin miramientos—. No hay nada más indiferente para el tema que nos ocupa que la opinión ajena. ¿No te llevaste a ninguna amiga de aquel curro? ¿Otras profesoras?

—Me relacioné con ellas mientras trabajé en el instituto, sí. Pero yo acababa de cumplir los veinticinco años y mis compañeras tenían cuarenta largos, cincuenta, incluso sesenta; habían formado sus familias y sus intereses eran diferentes a los míos. Por más que saliéramos a tomar algo de vez en cuando, nuestras formas de vida nos separaban tanto que no terminábamos de encontrar un punto en común para pasar de colegas a amigas, ¿sabes?

»En el instituto fue diferente. Una chica de clase y yo éramos uña y carne —continuó después de tragar saliva, sin mirar a Carey a la cara—. Ya sabes... Era la típica amiga que te lleva a los viajes familiares en spring break, que te deja leer su diario íntimo y con la que te compras collares a juego; en el mío ponía «best», y en el de ella, «friends»... Creo que todavía lo tengo guardado. El caso es que se fue a estudiar a Yale, a la costa este. Se formó su grupo de amigos, moldeó su carácter, como suele pasar tanto si te das cuenta como si no en unos años tan decisivos del período estudiantil, y... Digamos que la vida hizo lo propio: seguir su curso llevándose algunas amistades por delante.

Maxine se encogió de hombros aun cuando era una herida que todavía le dolía. Nunca se le había dado bien dejar atrás a sus seres queridos, incluso si las razones eran perfectamente comprensibles y sus personalidades adultas no habrían encajado de ninguna manera.

—Pero tú formarías tu propio grupo durante la época universitaria, ¿no?

—Sí, bueno. Salía con mis compañeras de habitación de la residencia y con Dave, que primero fue un buen colega y después se convirtió en mi novio. Pero cuando se acercaba la graduación, Dave me dejó por una de ellas, con la que por lo visto había estado poniéndome los cuernos todos esos años, y la otra se puso de parte de la pareja feliz. Por lo visto, ninguno me había soportado nunca. —Sonrió, contrita, para restarle importancia, pero le temblaron los labios—. Me dijeron que era muy dependiente, que estaba encima de ellos todo el tiempo y los agobiaba, que no tenía personalidad propia; que me adaptaba a lo que ellos quisieran hacer, llegando incluso a copiar sus posturas políticas... Lo cual es cierto, lo admito, pero porque Dave siempre fue muy listo y yo en aquel entonces no tenía ni idea de a quién me convenía votar. En resumidas cuentas, supongo que no querían a su lado a alguien tan desesperado por agradar.

FURTIVO: Esta noche mando yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora