CAPÍTULO 8

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Cuando Hurricane se ofreció, Maxine tomó conciencia de la magnitud de lo que estaba ocurriendo. Su primer instinto fue cubrirse, disculparse y salir de allí antes de que le ofrecieran un contrato de confidencialidad, o lo que se firmara en aquellos casos, pero algo más poderoso que el sentido común, y sin duda mucho menos importante que el instinto de supervivencia, consiguió que no se moviera del sitio y solo alternara una mirada entre Hurricane y Califa.

El segundo no estaba tan sorprendido como solo sentía curiosidad por la intervención, y el primero, que cabía esperar que pareciera decidido o dispuesto cuanto menos, mantenía la misma expresión de desapego que cuando había aparecido.

—Bueno, es verdad que tu compañera se ha lesionado y no va a poder ir, pero pensaba que escogerías esta noche a alguna de las veteranas del club —comentó Califa cuando hubieron transcurrido suficientes minutos para que todos se temieran una tajante negativa—. La chica es un caramelo, no te lo voy a negar..., pero no parece preparada para divertirse como tú lo habrías hecho con una sumisa de la talla de Brezza.

—Quizá no me divierta igual —contestó Hurricane, incorporándose del marco de la puerta. Se cruzó de brazos, todavía bajo el umbral—, pero algo me dice que no me arrepentiré.

Lo pronunció de tal manera que el vello se le puso de punta. Se podía imaginar las formas de entretenimiento que Hurricane contemplaba; Maxine había presenciado un par de ellas hacía casi tres semanas, y no estaba segura de que fuera a ser capaz de igualar su nivel de diversión. Sin embargo, ¿cuál era la alternativa? Porque darse media vuelta no era una de ellas.

—¿Qué me dices? —preguntó Califa, devolviendo a Maxine a la realidad—. Parece que Hurricane es tu única salida, porque no vas a encontrar a otro VIP que te abra las puertas de Fuego y Sangre. Por si no lo conoces, Hurricane es...

—Sé quién es Hurricane. —Maxine reparó en que el aludido estiraba el cuello, alerta como un animal acechado. Estaba tan abrumada que no se paró a preguntarse por qué le había inquietado su afirmación—. Lo conocí la noche que estuve aquí. Entré... entré en el dormitorio que estaba ocupando, aunque no me quedé mucho rato.

Califa sonrió con condescendencia.

—No me digas.

—Puedo dar fe de ello —aportó Carey, levantando una mano para agitar los dedos. Había tomado asiento en uno de los sofás de cuero, y tenía sobre el regazo un pesado libro de tapa dura que habría sacado de alguna de las estanterías.

—Si él te pide que te pongas a cuatro patas —retomó Califa, mirando a Maxine con intensidad. Era evidente que la historia se había puesto interesante para él—, ¿le obedecerías?

Ella le lanzó una mirada fugaz a Hurricane, que la observaba a su vez, expectante.

—Es probable —confesó, y se ruborizó acto seguido, consciente de que no había mentido.

—No puede ser probable, cariño. Tiene que ser un sí rotundo. En Vesper's hay de todo; exhibicionistas, voyeurs, esclavos, domadores de brats, incluso vainillas que de vez en cuando se animan a experimentar con alguien especial... —Ladeó la cabeza hacia Angel Face con una sonrisilla curvándole los labios. Ella le guiñó un ojo—, y todo el mundo puede rechazar una práctica si no se siente cómodo. Pero en Fuego y Sangre los participantes están dispuestos a todo. Son los más extremos, los más sórdidos, los más violentos.

—Estaré a la altura —se comprometió ella. Quiso aplaudirse por haber sido capaz de decirlo sin que la voz le temblara.

—¿Quieres decir que harás lo que se te diga, cuando y como se te diga? ¿Harías la prueba ahora mismo?

FURTIVO: Esta noche mando yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora