Capítulo 5: Deseo.

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A la mañana siguiente, me levanté después que mis padres, como era costumbre. Me metí en el cuarto de baño y me lavé la cara para despertarme, aunque sabía que, en cuanto llegara al instituto, iba a volver a tener sueño. Fui a la cocina para prepararme el desayuno y allí me encontré una nota:

Sara, recuerda que no puedes ver la tele. Si incumples la norma, lo sabremos. Dios te vigila

Empecé a reír. ¿Dios te vigila? Me sequé las lágrimas de la risa y suspiré. Cogí un cacho de papel y escribí una notita para mis padres. A ver si así les quedaba bien claro mi opinión.

No tengo ninguna intención de ver la tele, casi nunca la veo. Esa es una prueba más de que no sabéis prácticamente nada sobre mí. De todos modos, si Dios me vigila, Lucifer me guía y puede con vuestro absurdo Dios. Besis.

Mientras se calentaba la leche, me vestí rápidamente. Ya iba justa de tiempo. Desayuné sin apenas saber qué comía. Cogí la mochila (tuve la certeza de que se me olvidaba algo en casa, quizás la cabeza) y la cazadora y salí de casa.

Corrí hasta la casa de Elena. Ella ya estaba fuera, esperándome sentada en las escaleras de la entrada de su casa.

- ¡Ya son horas!- me dijo mientras se levantaba con un suspiro. Se descolgó la mochila y sacó la batería de su antiguo móvil. Tendí la mano para que me la diera, pero ella negó con la cabeza.- Antes dime para qué la quieres.

- Mis padres me han castigado.- contesté, encogiéndome de hombros.

Le conté todo lo que había sucedido el domingo y ella me escuchó, sorprendida. Para cuando terminé de contar mi historia, ya habíamos llegado al instituto. Elena me dio la batería con una sonrisa satisfecha.

- Veo que Sarita se ha convertido en Sarota…- dijo, riéndose al mismo tiempo que me guiñaba un ojo.

Puse los ojos en blanco mientras metía la batería en el móvil. Le encendí y solté un suspiro de alivio al ver que funcionaba. Mucho mejor.

- ¿No se suponía que estabas castigada sin móvil?- preguntó una voz a mis espaldas.

Me di la vuelta y vi a Adrián. A todo el mundo le quedaba mal el uniforme, pero él estaba guapísimo con ese jersey azul oscuro y esos pantalones negros… Le sonreí y él me devolvió la sonrisa.

- No, estoy castigada sin mi batería.- le contesté, señalando a Elena. Ella se echó a reír.

- Ammm…- dijo Adrián, riéndose también.- Me encantó lo que hiciste ayer.

- ¿En serio?- le pregunté, entusiasmada. Él asintió.

- Bonitas palabras para el momento de tu iniciación.

- Gracias.- le dije.

Ahora que la sonrisa tonta había vuelto, nadie podría quitármela de la cara en todo el día. Adrián se acercó a mi oreja y el pulso se me aceleró.

- Te he traído el libro…- me susurró en el oído. La emoción me recorrió las venas.- No te lo puedo dar ahora, no quiero que la gente lo vea…

- Bueno, ya me lo darás en el recreo.- dije, encogiéndome de hombros e intentando sonar indiferente. En realidad, estaba rebosante de felicidad.

Entramos en clase. Suponíamos que hoy ya vendría el lapos, porque llevaba toda la semana sin aparecer. Y también suponíamos que nos tocaría hacer el examen global. Abrí la agenda y me di cuenta de una cosa.

- ¡¡Elena!!- grité, sonriendo.

- ¿Qué?- me preguntó, casi de forma ininteligible, molesta, con los labios pegados a los de Javi.

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⏰ Última actualización: Mar 07, 2013 ⏰

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