Capítulo 1

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Oliver

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Oliver

Sábado 7 de octubre

Había pasado una semana. Una semana llena de trabajo. Y sinceramente, era un trabajo liviano, pero no me veía capaz de terminar la universidad llevando a cargo a la empresa. Así que cuando estuviera listo la terminaría.

Hoy era la fiesta donde mi padre anunciaría su retiro y me presentaría a mi como el nuevo CEO de la empresa.

Tenía puesto un traje negro con camisa blanca, sin corbata claramente, ya que tenía una relación de odio con las corbatas, me hacían ver como un guardaespaldas. Los zapatos Monk negros que estaban en mis pies eran incómodos. Pero como era una fiesta elegante, no podía ir como vestía diariamente.

—Bebé, ¿estás listo?

Grita mi madre desde la sala, le respondo que sí y bajo. Cuando llego abajo veo que a mi madre se le ponen los ojos llorosos.

—¿Estás bien, mamá?

—Sí, bebé, es que estás hermoso.

Sonrío por sus palabras y doy unos pasos para llegar hasta ella y besar su frente.

Mi madre siempre había sido un pan de dios, según mis amigos, era la madre que muchos deseaban.

Acomodo su largo cabello ondulado sobre su hombro y agarro su brazo para dirigirnos al ascensor. Bajamos directamente al patio, donde estaba el auto de mi madre junto con el chófer y nos encaminamos a la empresa.

Durante el camino mis manos temblaban como nunca. ¿Y si cuando me estaba por presentar me caía? No, no pensaría en eso.

Todavía estaba sin entender porque mi padre me había elegido como el nuevo CEO en la empresa, él sabía que mis estudios eran mi prioridad. Podría haber elegido a su hermano, que según él, sería el CEO de la empresa por un tiempo, hasta que yo estuviera listo. Pero él cambio repentino que hizo me sorprendió.

Pero aún así, lo apoyaba, aunque sacrificaría mi carrera.

—Bebé, ya llegamos, ¿estás bien?— Inquirió preocupada.

Asiento nervioso.

—Quiero la verdad.

Me acaricia la mejilla con cariño.

—No es nada, mamá. Ven, vamos, papá nos está esperando.

Apenas bajamos flashes llegan a mi cara y tengo que arrugar mis ojos. Miles de preguntas me abordaron y decidí no responder ninguna.

—Te ves precioso, hijo. Y tú también, preciosura.

Sonrio por el halago que nos hace y le respondo con un gracias y un abrazo, que se nos termina uniendo mi madre.

Minutos después ya tengo una copa de champán en la mano mientras iba saludando a algunos socios.

Siento como un par de manos agarran mi hombro para girarme, y enseguida me sobresaltó.

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