Oliver
Sábado 14 de octubre
Había pasado una semana desde lo ocurrido.
Me seguía doliendo todo, las costillas me dolían todo el tiempo, aunque tomara medicamentos, y mi cara angelical estaba llena de moretones.
Había estado recibiendo amenazas por parte de Lorenzo, mis padres no lo sabían, y tampoco quería que se enteraran, al fin y al cabo, era mi tío, hermano de mi padre, y sabía que él lo quería. Ya estaba lo suficientemente afectado con lo que me hizo.
De Audrey y de Nikolay no había tenido noticias, ni tampoco los había visto otra vez. Aunque varias veces me había sentido tentado por llamarlos.
Lo tenía que admitir, ambos son hermosos.
—Ven, te ayudo a pararte, bebé—mamá me tiende su mano hacia mi.
Estos días prácticamente estaba viviendo conmigo, mientras que papá se encargaba de la empresa hasta que yo me recuperara.
Hoy tendríamos una cena los tres, junto con Nikolay y Audrey. Mamá la había organizado, según ella para festejar que la pareja estaba comprometida.
—Vamos... Louisa me avisó que Nik y Audrey ya estaban en casa.
Intento caminar lo más rápido, y también intento apoyarme más en mi mismo, no tanto en mamá, para que esta no tuviera que soportar mi peso. Tenía una silla de ruedas, pero me hacía sentir imbécil y sin fuerza.
Cuando bajamos, como dijo mamá, la pareja ya estaba allí. Estaban cuchicheando cariñosamente. Nikolay, con tan buen porte como todas las veces que lo he visto, viene a ayudarme. Mamá se aleja de nosotros.
—Oliver...—susurra Audrey sonrojada—. ¿Cómo has estado?
—Genial—susurré.
La miré de arriba a abajo. Estaba preciosa, llevaba una falda por encima de la rodilla negra, le dejaba un culo espectacular, junto con un con un corset blanco que se le ajustaba perfectamente a su estrecha cintura y sus tetas, joder.
—Deja de mirarla—susurró Nikolay en mi oído—. Estás siendo muy obvio.
Ahora el que estaba sonrojado era yo. Miré a mamá para ver si se había dado cuenta pero no, ella estaba hablando con Luisa.
—No era mi intención—murmuré apenado.
Respetaba a la pareja, jamás me entrometería, pero no podía dejar de observarlos a ambos.
—Tranquilo, puedes mirar...
Ella le sonreía a su prometido.
—Pero no tocar—dije cuando me senté en el sofá.
—Quizás te deje tocar—finalizó él.
Lo miré confundido.
—Ten, mi bebé—mamá vino caminando hacia mí con un vaso de agua y calmantes. Hice una mueca felíz y le agradecí.
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Mejor de a tres que de a dos [Próximamente]
Novela JuvenilOliver Harris a sus 22 años lo ha tenido todo, menos suerte en el amor. Su vida siempre ha sido fácil, ha tenido una familia que le ha dado todo. Cuando su padre decide cederle el puesto en su empresa de modas, Oliver deberá ponerse al corriente de...