La oscuridad adornaba el cielo, ni siquiera la luna y las estrellas alumbraban esa noche dándole un toque oscuro y deprimente al aire, y como si las nubes estuvieran de acuerdo con ese hecho, pequeñas gotas de lluvia fría comenzaron a caer de ellas, golpeando en el proceso los techos de todas las viviendas en el lugar, algunos perros comenzaban a ladrar o aullar, quitando así un poco lo silencioso de todo el sitio. De la nada, se puede ver en la distancia a unos tres autos negros acercándose por la carretera. Eran elegantes, pero a la vez desprendían un aura triste, algo que ni la lluvia podía desaparecer. Los carros se detuvieron enfrente de una casa que tenía las paredes exteriores blancas y las tejas del techo azules, parecía ser de dos pisos además de poseer un bonito jardín. Un lugar perfecto para una familia. O al menos... lo fue.
El coche que llevaba la delantera de los otros se paró enfrente de la entrada de esa casa, haciendo que los que iban atrás también se pararan. La puerta del conductor se abrió, y de ella salió un viejo hombre que superaba los sesenta años de edad, su piel arrugada y las canas en su cabello lo demostraban, pero a pesar de eso él se veía elegantemente vestido con un traje negro. La suave y fría lluvia no tardo en recibirlo apenas puso un pie afuera, pero eso ni lo inmuto, su semblante permaneció igual en todo momento: apagado y cansado. Soltó un suspiro, y camino hacia la parte trasera, sin preguntar ni hablar abrió esa puerta y se hizo a un lado. Espero unos segundos, y de ahí salió con algo de esfuerzo una mujer, la cual se tambaleo un poco, el mayor de inmediato la sostuvo y la ayudo a permanecer derecha, pero a pesar de eso no intercambiaron ninguna palabra, sus silencios ya eran suficientes.
La mujer le susurro un inaudible "gracias", que sería imposible de escuchar sino fuera porque estaban cerca. El hombre asintió apenas la entendió, y se dirigió otra vez al interior del auto, sacando de el a un pequeño niño que no aparentaba más que 5 añitos, casi 6. Lo cargo en sus brazos con mucho cuidado, tenía miedo de despertarlo, sin dudas se había dormido durante el viaje. Los tres, aun en un profundo silencio entre los adultos, se adentraron al hogar de la joven.
Apenas estuvieron adentro, ella le hizo una pequeña seña con su cabeza al mayor, quien entendió al instante y fue escaleras arriba, buscando lo que la joven le encargo: la habitación del niño. Una vez la encontró, lo recostó con gentileza sobre su cama, para luego quitarle sus pequeños zapaticos negros y ponerlos en el suelo, al ya estar listo lo termino por cubrir con su manta de vaqueros. El pequeño al sentir el calor familiar de su camita se acurruco contra ella aun con sus ojos cerrados.
El mayor, quien estuvo apago y deprimido desde la mañana, mostro por primera vez en ese día una tierna, cálida y pequeña sonrisa. El borde de sus ojos se veían rojos y llorosos, hasta algo hinchados, su rostro se veía tan lamentable que parecía haber envejecido mucho más de su verdadera edad. El hombre se quedó mirando unos segundos al infante, para luego respirar hondo e irse. Volvió por el mismo pasillo y bajo las escaleras mientras miraba el piso, pero alzo la mirada al verla a ella. Quien se veía mucho peor que él.
Se colocó a su lado y la miro tanto triste como preocupado.
—Mi niña...—susurro el hombre, su voz sonó rasposa y grave. Muestra de lo mucho que lloro anteriormente.
La joven al escucharlo levanto la vista, mostrando lo que antes fueron unos hermosos y brillantes ojos azules, tan bellos como el mismo cielo de la mañana, pero ahora... no se podía apreciar más ese bonito brillo. Sus iris se veían mas apagadas, como si la vida y la alegría se hubieran ido para no volver, debajo de sus parpados inferiores habían unas profundas ojeras, tan negras que contrastaban con su pálida piel, además de verse hinchadas, llorosas y un poco rojas, sus mejillas se notaban algo hundidas y húmedas por las anteriores lagrimas derramas, y sus labios se encontraban agrietados y secos. Pero a pesar de eso, sonrió lo mejor que pudo al buen hombre, aunque solo se vio muy forzada y dolida.
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No Puede Ser... ¡¿Reencarne En Toy Story Como Una Muñeca?!
FanficLa vida, nunca tiene una definición exacta... la vida te golpea o te ayuda, una o la otra, y a mi me dio un poco de ambos, no me quejó de lo que viví... sino más bien agradezco todo lo que me enseño, tanto lo bueno como lo malo... por lo que puedo d...