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JULIANA

Estoy muy emocionada de conocer esta ciudad tan mágica, por lo que salir con Leonardo me resulta fascinante. Aunque siendo muy sincera, no quería quedarme sola en la casa. Estando sola, sin hablar con nadie y con solo la mente jugando en mi contra, caería en ese pozo y estos dos días me sentido muy bien, pero tampoco voy a negarlo, muchas veces quisiera tener acceso a la droga y calmar la ansiedad que recorre mi sistema.

Me puse un short de jean y una blusa de tirantes que mi mamá me compró en nuestra última salida juntas. La extraño, más ahora que nuestra relación estaba empezando a recomponerse. También extraño a papá y a Alejo. No veo la hora de que estén aquí y recorrer la playa con ellos, ir a ese muelle que ayer no alcanzamos a ir y disfrutar de la vista desde las alturas de la rueda de la fortuna.

Cuando bajé junto a Leonardo, me sonrió y me guio a su auto. Me contó algo muy personal y lo aprecio mucho, después de todo, es un sobreviviente de una guerra. Su trabajo era difícil y debe ser todo un infierno por lo que está pasando.

«¿Su esposa lo dejaría por esa razón?». No todos contamos con la misma fuerza para afrontar las pruebas que nos pone la vida. Si ella dejó a tremendo hombre, es porque no lo amaba lo suficiente. Leonardo no solo es físico, también es corazón. Es alguien fuera de este mundo, un ser humano increíble y de esos que se van extinguiendo con el paso de los años.

Pensé que su terapia era en su pierna, más sorprendió el grupo de personas que estaban en el salón, rodeando a una mujer de avanzada edad mientras charlaba y todos participaban. Todas las miradas cayeron en nosotros en el momento que llegamos, pero no se sentía incomodo, todo lo contrario, eran miradas de curiosidad y de aceptación.

—Lamento llegar tarde, Marlene.

—No te preocupes, Leo. Tu nueva amiga y tú pueden tomar asiento.

—Ella es Juliana y será mi nueva acompañante, ¿verdad? —me miró y asentí.

—Bienvenida, Juliana —me dijo la señora con genuina amabilidad—. Bueno, ahora que ya estamos completos, vamos a iniciar con nuestra reflexión del día. Cierren los ojos y déjense llevar por el silencio, que solo sea mi voz lo que escuchen como un eco muy lejano.

Todos cerraron los ojos y ella me motivó a hacerlo, razón por lo que lo hice. Me perdí en la tranquilidad que transmitía la señora con el tono suave de su voz. Era como un dulce arrullo que te hacia desprender de tu cuerpo y llevarte a encontrarte. No pensé que Leonardo asistiera a este tipo de terapias, pero no lo culpo ni lo juzgo, no debió ser fácil para él vivir un ataque de tal magnitud y perder casi su vida.

—Por ahora solo hay oscuridad a nuestro alrededor, pero a medida que vamos adentrándonos en ella vas a encontrarte con una pequeña luz; esa luz somos nosotros mismos. Que pequeños nos vemos entre un mar inmenso de oscuridad, vacío y silencio ensordecedor, ¿verdad? Más no creas que algo tan diminuto no cuenta con una fuerza capaz de destruir. Camina, déjate llevar por la luminosidad que tú mismo desprendes. Ahora que estás frente a ti mismo, ¿puedes verte? Eres radiante, con una fuerza única que puedes usar a tu favor para iluminar esa cueva que es tu corazón. Mírate a ti mismo y pregúntate por qué te dejaste consumir por la oscuridad hasta el punto de que ella fuera más grande y tú más pequeño. Ahora que ya tienes tu respuesta y sabes por qué te dejaste vencer tan fácilmente, acalla los juzgamientos de tu cabeza, porque no hay peor enemigo del corazón que tu propia mente. No necesitas recriminarte a ti mismo lo que has hecho bien o lo que has hecho mal, si es que el ser humano tiende a equivocarse constantemente. Ver tu error, afrontarlo, aprender de el y tener la capacidad de no volver a conducirte por este, es lo que te hace merecedor de la fuerza y la valentía, de ese modo, vas a empezar a notar como esa pequeña luz crece cada día. La velocidad en la que creces puede variar, pero todo depende en la fuerza de tu corazón, en ese órgano tan frágil que capta tus emociones y las comparte con cada parte de tu cuerpo. Siente su latir y escucha lo que el quiere decir.

Mi corazón latía tan rápido y fuerte que creí que saldría en cualquier momento de mi pecho. La opresión que sentía era terrible, como cuando la ansiedad de drogarme me gobierna y no puedo ni buscar un poco de aire en mis pulmones. Las palabras de esa señora tocaron fibras sensibles de mi ser, haciéndome entender que la única culpable de mis desgracias fui yo y la poca fuerza de mi ser, no mi madre, ni mi padre, ni su matrimonio fallido, ni mucho menos ese hombre que vio la oportunidad que yo misma le di para aprovecharse de mí.

No podía continuar más en ese espacio tan reducido, donde la voz de esa señora traspasaba mi corazón como si se tratara de cientos de cuchillos afilados. Contrario a sus palabras, mi mente me disparaba una y otra vez sin descanso, recriminando mi mal actuar. Me levanté de mi lugar y salí en busca de aire, pero no podía controlar mi respiración. Estaba agitada, sudorosa, temblorosa y con el rostro bañado en lágrimas.

«¿Leonardo por qué me trajo a este lugar? No quiero estar aquí. Quiero ir a casa con mamá y refugiarme en los brazos de papá mientras su calor me brinda seguridad».

En lugar de sentirme bien, recordar a mis padres y la falta que me hacía, fue peor. No podía respirar adecuadamente, por lo cual me desesperaba por buscar algo de oxígeno en el viento.

—Respira. Tranquila —escuché una suave voz a mi lado y una leve caricia en mi espalda—. Toma una gran bocanada de aire y ahora suéltalo lentamente. Controla la agitación de tu corazón o no podrás bombear oxígeno a tus pulmones. Repite el ejercicio, respira hondo y con calma y suelta poco a poco...

Esa voz tan magnética me guio y me ayudó a salir de esa crisis. Desteto cada que me pasa esto y no logro controlarme si no es con la ayuda de alguien más.

—N-no puedo salir de esa oscuridad, Leonardo. Por más que lo intento, no puedo brillar. No soy nada fuerte. Hace mucho dejé de ser luz.

—Claro que eres fuerte, solo debes encontrar esa fortaleza en lo más profundo de ti —acarició mi cabello con suavidad—. Yo te ayudaré a encontrarla. Verás que juntos vamos a buscar esa fuerza que Juliana posee y ahora mismo está apagada y la encenderemos hasta que la veamos brillar con fuerza. Aunque sea un desconocido para ti, aquí me tienes —limpió mis lágrimas y me hizo mirarlo a los ojos—. Apóyate en mí todo lo que quieras, que yo no dejaré que caigas en esa cruel oscuridad nunca más.

No sé si fueron sus palabras, la seguridad que me brindó con ellas o esa aura que posee naturalmente que me permití llorar en sus brazos mientras él con calma y dulzura me dejaba desahogar. Sus brazos son, sin duda alguna, cálidos y muy seguros.  

Condena[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora