Parte 7: La historia que cuenta un libro no siempre es igual

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Para no despertar las sospechas del tío con mis idas a la farmacia, empecé a salir a escondidas.

Aguardaba el momento en que él se fuera al cuarto de los helechos o a alguna parte lejana de la biblioteca y tomaba las llaves que Eufrosia colgaba de un clavo en la cocina.

Viaje por el rio en forma de corazón le gusto tanto a Andrea que no dejo de leerlo ni cuando tuvo que vendar a una señora que se había torcido la pierna. Termino el último episodio entro dos inyecciones.

Su lectura había sido más agitada y talvez más emocionante que la mía. También había sido algo distinta. Me asombro enormidades que dijera.

-La niña me cayó muy bien.

Estuve a punto de preguntar "¿cuál niña?", pero Andrea no podía decir algo sin que yo estuviera de acuerdo-

-¿Y Ernesto? –le pregunte.

-También, aunque es un poco presumido.

-¿Y pepe?

-¿Cuál pepe? –fue su sorprendente respuesta.

Yo había leído la historia de dos muchachos, Ernesto y pepe. En cambio ella había leído la historia de Ernesto y María. Talvez estaba tan distraída vendiendo pastillas y poniendo vendas que había imaginado otra historia.

Me devolvió el libro y yo le preste el del incendio-

-Tienes algo ahí –me dijo cuando yo me despedía.

Andrea metió su mano a mi pelo y saco un hilo largo color rojo.

Parece un pelo de muñeco –Andrea sonrió y puede ver su magnífico diente desviado.

Las cortinas del tío eran rojas, roja era su piyama y roja su bata. El hilo debía venir de esas telas.

-Ven a que te acomode el pelo –me dijo ella.

Paso su mano sobre mí. Fue como si sus dedos me pusieran una corona. Le di el libro y regrese a la casa a releer Viaje por el rio en forma de corazón.

Me serví un vaso de leche, pero la lectura me cautivo tanto que no llegue a probarlo. ¡El libro había cambiado! Ya no era la historia de Ernesto y Pepe, sino de Ernesto y maría. Me pareció que, en efecto, Ernesto era un poco presumido. ¿Era posible que yo no hubiera leído el libro?

Esa noche quise hablar con mi tío de la extraña modificación de la historia en el bosque, pero el no bajo a cenar.

-Salió de la casa –me dijo Eufrosia-. Se nos acabó él te de pipa él no puede vivir sin te.

Desperté muy temprano, ansioso de hablar con el tío. El tardo tanto en llegar a la cocina que fui a buscarlo a su cuarto.

Era la primera vez que iba ahí. Su habitación estaba en la parte más alta de la casa. Los últimos escalones para llegar a su puerta eran libros.

Cuando entre, el seguía roncando. Tenía un libro sobre la cara las hojas se movían con sus ronquidos.

Mi padre se enojaba cuando yo tenía una pesadilla y lo despertaba en las noches. En cambio, al tío le pareció perfectamente natural que yo estuviera ahí, con ganas de hablar con él.

-Es  bueno tener una conversación mañanera –dijo con entusiasmo-, pero en estos momentos soy como un libro en blanco. Necesito te para que lleguen las palabras.

Baje  la cocina y Eufrosia me dio un termo. Con eso podríamos hablar durante un par de horas. Subí otra vez al cuarto. El tío seguía dormido pero me miro con ojos alertas.

La  vida de  JuanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora