FLAME TWELVE

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La institución de los Paramilitares era aún más turbia desde dentro.

"Traidores" matados a frío golpe de bala, mujeres asustadas que accedían a librarse de cualquier castigo por sexo y hombres inestables que no deberían poseer un arma. Hideki era de esos pocos que simplemente estaban ahí por conveniencia y se encargaban de vigilar las áreas más riesgosas (peleas, robos, etc). Ella, por otro lado, se había convertido en una idiota que seguía al líder.

Junto a ella, siempre iban dos hombres. Y a uno de ellos le quería dar tal paliza que le hiciera olvidar su propio nombre. Cerdo, irrespetuoso, caprichoso, irascible y tremendamente inmaduro. Por no mencionar que era un psicótico abusador. Al menos el calladito emo era simplemente un psicótico.

Las horas en esa extraña organización se pasaban como años, aunque siempre que su turno acababa, podía buscar a sus dos compañeros para sentir que lo que estaba sufriendo era por un bien mayor.

— ¡Yor!

Kougami estaba durmiendo, así que fue directamente a ver a la chica de rastas. No estaba en la habitación que compartían, por lo que tuvo que buscarla por tierra y aire hasta que, tal vez por casualidad, se la ocurrió buscar en la sala de cámaras. Casi muere varias veces creyendo que los Paramilitares habían ignorado la orden de ni mirarla, pero volvió a respirar cuando la encontró comiendo helado en esa fría habitación.

— Capitana Tetsuro -— saludó el malvado minion. Cerró tras ella, y aparentó tranquilidad mientras se apoyaba en la puerta cerrada—. ¿Qué tal con los Paramilitares?

— No juegues con mi paciencia, mocoso — advirtió. Estaba lo suficientemente cansada como para aguantar bromas—. Kuina, mañana me toca renovar mi visado.

— ¿Mañana ya? — frunció el ceño—. A mí me quedan dos días más... ¿Quieres que...?

— No —negó—. Mantente a salvo dos días más, puedo manejarlo sola.

Literalmente sola. Kougami y Hideki iban por un lado a jugar, y ella era arrastrada con militares a otro. Volvería a jugar sola, y esa vez sin Aguni. Irónico que incluso se sintiera más cómoda jugando con alguien como Aguni que sola con un puñado de borrachos.

— Yoriko...

— Hazla caso — se metió el menor—. Nunca sabes cuando pueden aparecer corazones.

Chishiya le resultaba alguien sospechoso. Se negaba a dar cierta información, siempre estaba solo y misteriosamente había llegado a un puesto prestigioso en la Playa. No se tragaba eso de que le había llamado la atención al Sombrerero tras jugar diamantes, ni tampoco de que su misterioso contacto les ayudaba comprometiendo su puesto de poder. ¿Nadie saldría afectado en el plan? Mentiras, cada día estaba más segura de que mentía.

— Voy a irme a dormir — avisó a la menor—. Estoy agotada, y mañana será un día duro.

— Enseguida voy — sonrió dulcemente, masticando el palito de helado—. No tardaré.

No podía negar sentirse algo decepcionada. Desde que conoció a la preciosa chica de rastas no habían estado demasiado tiempo separadas, pero desde que el plan comenzó había sido alejada de ella bruscamente. Kougami siempre encontraba momentos para charlar o saludarla, pero Kuina se mantenía más lejos y, desde a saber cuándo, en la sala de cámaras con el cómplice secreto.

Ella jamás había sido una persona posesiva, mucho menos celosa o envidiosa. Respetaba el espacio de sus cercanos, colocaba la comunicación por encima de cualquier otra prioridad sentimental y detestaba las discusiones absurdas. Kuina ni si quiera era su novia para haberse sentido así.

𝖥𝖨𝖱𝖤𝖶𝖮𝖱𝖪𝖲 ━ 𝗔𝗹𝗶𝗰𝗲 𝗜𝗻 𝗕𝗼𝗿𝗱𝗲𝗿𝗹𝗮𝗻𝗱 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora