| 1 | Primer dramático día

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El primer día de clases es tan emocionante y al mismo tiempo genera nervios, miedo e incertidumbre al iniciar un nuevo ciclo.

Así es como se siente Alexandra Flores quien ha sido transferida a tan sólo dos años de terminar la secundaria a un nuevo lugar. Odia tener que empezar otra vez y, sobre todo abandonar sus viejas a amistades.

Ha vivido sus 17 años en Montenegro, pero por el trabajo de su padre, han tenido que mudarse a Buenaventura.

Trata de ver el lado positivo y cree fielmente que al igual que en su colegio anterior todo le irá bien; que pasará sus últimos años tranquilos y rutinarios como lo ha hecho hasta ahora.

Después de bajar del autobús, camina unas cuantas calles y cruza el parque que está frente a su destino. El Instituto La Salle.

Se entretiene tomando algunas fotos de las flores y los árboles, que, por esta temporada, lucen un verde tan vivaz como sus ojos.

Disimuladamente se toma unas selfies luciendo su cabello que llega un poco más allá de los hombros, y sobre todo su nuevo uniforme.

Le encanta la sensación de los primeros rayos del sol sobre su piel, siente calidez y toda la vitamina C que su cuerpo necesite. Hasta que un fuerte dolor en el estómago hace que pegue un pequeño brinco y se asuste un poco.

—¿Por qué me duele el estómago? —se dice a sí misma—. Dudo que sea hambre si pude desayunar a tiempo —piensa—. Tampoco comí nada dañado. ¿Será por los nervios?

Alexandra se retuerce un poco más al sentir una punzada en su vientre y la extraña sensación que algo ha bajado.

—No puede ser... —susurra y trata de recomponerse—. Aún no me toca, ¿verdad? —piensa y hace cálculos en su cabeza de su último período.

La impaciencia sumada al dolor no la dejan pensar con claridad así que revisa en su celular el calendario y, efectivamente hoy es su día.

—Rayos, estoy arruinada... —se lamenta y nuevamente el dolor la trae a la realidad.

Siente que todos la observan, a pesar de que solo hay dos personas haciendo ejercicio por los alrededores, cree haberse manchado la falda y piensa que si da un paso más todo habrá terminado mal.

—Necesito un baño. En el parque debe haber uno —razona y recuerda que siempre lleva consigo una toalla femenina de más por momentos como esos.

Alexandra camina a toda velocidad, pero con pasos diminutos y casi discretos buscando el baño. Lo único en lo que piensa es el baño, le urge encontrar uno y tratar de resolver su pequeño dilema.

—¡Baño, baño! ¡Necesito un baño! —repite en su cabeza varias veces que no se percata del estudiante que camina hacia su dirección con el celular en sus manos.

Ambos chocan provocando que el celular caiga al piso y se rompa la pantalla.

—Lo siento —musita Alexandra y sigue su camino, pero el chico de mandíbula cuadrada, mirada misteriosa y más alto que ella la detiene.

—¡Ey! Mira lo que has hecho —dice molesto.

—Lo siento, no fue mi intención.

—Tienes que pagar por eso, recién ayer lo acabo de comprar —detiene a Alexandra sujetando su muñeca.

—Sí, claro. Pero ahora necesito ir al baño —trata de soltarse del agarre.

—¿Estás tratando de escapar con esa excusa tan barata? —el malhumorado chico resopla.

—No, para nada —trata de soportar otra punzada—. En serio, tengo que ir al baño —dice en un hilo de voz.

El chico la observa con desconfianza. Alexandra está en apuros y no hay rastro de ser libre, así que se le ocurre la grandiosa idea de morderle la mano.

LOS CABALLEROS DE ALEXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora