INTRODUCCIÓN

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Alguien tiene que aprender a cerrar el orto. No es por nada. Intenté milésimas de milésimas de veces ser amable. Se la pasa hablando, y hablando, y hablando. Es hartante. No es mí culpa que él sienta que en mí recae todo lo que le pasa. No es mí culpa que se lleve música solo porque una vez lo interrumpí practicando, o matemáticas, o sus boludeces.

¡Roier, yo no tengo la puta culpa!

Así que, por favor... Callate.

¡Callate! » SproierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora