CINCO

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Quackity está sentado de nuevo frente a mí, al igual de Mariana. Están observándome, y yo de repente les poso la vista. Llevan así dos días, intentando descubrir qué era un dedal y la importancia entre Roier y yo. Por cierto, ese hablador ni siquiera se acerca a preguntarme la hora.

Me resulta raro, sí, que de repente se desaparezca dejando esa duda. ¿Le gustó mí beso?

—¿Qué es un dedal?

Vuelven a preguntarme. Los observo, suspiro fuerte y niego con la cabeza, rascando mí nuca y el puente de mí nariz casi de manera espontánea.

Y no. No tengo la menor idea. También me la pasé observando todo, recordando la primer conversación que he podido, he intentado recordar si alguna vez, extrañamente, hablamos de eso. Si la palabra tenía algún significado o si la película se lo daba.

He llegado a la conclusión de que es un chico muy raro, y que le llamó dedal a un beso solo porque es de una película.

—Fue el beso que le di, se los llevo repitiendo los últimos veinte minutos.

Mariana está resignado, comiendo poco a poco sus papitas. No he hablado mucho del tema con Mariana, hasta parece evadirlo. Da igual, no tengo ganas de hablar con un hermano de mis sentimientos innecesarios. Además, Mariana sabía lo suficiente desde que me dijo "lo besaste". La peor parte de todo, que fue innegable decirle que me muero y me desvivo por Roier.

Quackity, por su parte, golpea su frente y se niega a dejar de lado el tema. Aunque por un momento, su mente se despeja y se dedica a hacer otras preguntas.

—Spreen— me llama, lo miro y alzó la pera. Quackity se acerca un poco a mí y sonríe. —¿Qué sentiste cuando él te besó?

¿Qué sentí cuando él me besó?

Mhm... A ver. Sentí como mí corazón se aceleraba, y mis manos empezaban a temblar. Sentí su corazón detenerse porque estaba tan cerca del mío. Mí estómago me dio un aviso, al dejar salir aquellas mariposas. El mundo se detuvo y parecía que estábamos solo él y yo, juntos, muy juntos.

Sentí que el mundo era mío.

Me sentí vivo y feliz.

¿Qué sentí?

—Sentí todo muy... lindo. Perfecto.

Creo que Quackity esperaba más. Pero, no soy tan extrovertido. Me costaría decirle que amaba aquellos labios, y que si pudiera, los comería día a día como el postre más dulce de mí casa.

Mariana ríe en voz alta, y se acerca a Quackity.

—No te preocupes, Quackity. Cuando Spreen dice algo así, la intensidad es multiplicada por mil. No dice todo lo que piensa.

—Ya veo— responde Quackity. Empieza a leer su libro, y después de algunos minutos de reposo, voltea a verme de nuevo.

—¿Por qué no lo buscas vos a Roier?— me pregunta.

Siempre tengo respuestas para las preguntas. Pero aquella vez, creo que me quedé en blanco.

—No sé.

Ahora bien, ir a buscar a Roier después de haber tenido un rechazo indirecto y después una bienvenida diciendo que le agradó el dedal...

Puta madre, ¡yo no era psíquico o adivino!

—Capaz tenés que buscarlo vos— Quackity me sonríe. Mira a Mariana, quien está con la frente escindida entre sus brazos, apegada a la mesa donde estamos. —Total, él siempre te buscó a vos.

¡Callate! » SproierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora