CUATRO

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—¿Dedal?

Quackity suspira a la vez que palmea la espalda de Mariana. Al parecer ni siquiera yo entiendo qué sucede. ¡Ah! Bueno, si entiendo a qué se refiere, pero, ¿por qué mierda usó la palabra dedal? No tenían absolutamente nada que ver. Roier se queda callado un momento, observando a algún punto sin rechistar. Yo, mientras, estoy serio con mis cabellos cayendo por la frente; pensando en realidad qué estaba pasando.

¿Ven? Es un maldito problema que alguien te guste. Todo te parece mágico y todo una decepción. Por eso, siempre tuve el plan de alejarme. ¡Obvio! Lo hice con Roier. Pero el castaño siembre iba a dónde yo, o siempre nos encontrábamos. Por eso intenté, y a la final, terminé cediendo.

Mariana gira la cabeza y abre la boca después; supongo que quiere decir algo. Sin embargo, los belfos de Roier se adelantaron.

—Ah, ¡Mariana! Vos siempre tan raro. Ni siquiera sé por qué me puse a hablar con ustedes si los dos son un dolor en mí pobre cabeza— me quedé anonadado al escuchar su voz cambiar a un tono enojado. —¡No! No, y vos, Spreen. Siempre tan agresivo, mejor me voy. Mi presencia molesta.

Dicho esto, se pone de pie y empieza a caminar hasta donde yo estaba. Mariana tiene su boca abierta, y sus cejas hacen hacia abajo. Quackity está inexpresivo mirando todo desde su lugar y yo solamente me pregunto, de nuevo, ¿qué mierda está pasando?

Espero no haber sido el único que notó ese cambió de actitud tan errático. Literalmente, fue como un golpe en la cara y en mis expresiones.

—¿Le diste un dedal?

La pregunta me hace rodar los ojos y lo niego. Mariana era inteligente, a veces. En cosas simples realmente buscaba la lógica, pero cuando no la encontraba, se confundía un poco. Quizá a ese grado ya tenía una leve sospecha, pero no del todo. Por otro lado, Quackity mira al pálido y le sonríe, para después mirarme y hacer lo mismo.

Estoy absorto. O sea, Roier actuó más raro que cualquier otra vez. Primero siendo una tierna oruga y de repente, ¡PUM! ¡ORUGA ASESINA! Me tomó por sorpresa, a todos por igual.

—No, Mariana. Le dí una aguja— respondo. Él me ve raro y le doy un golpe en el hombro. —Él habla del beso.

—¿Ah?...— procesando información. —¡Ah!— ejecutando órdenes. —¡Ya entendí!

No era tan difícil de entender. Observo a Quackity y él está pensativo.

—¡Dale!— Quackity gruñe para sí mismo. —Sé que escuché eso en otro lado.

A mí mente se viene la película de Peter Pan. Aunque de todas maneras, eso era cierto, no tenía sentido. ¿Qué relación había entre esa película y lo que teníamos? Bueno... En realidad no teníamos absolutamente nada. Ni siquiera un beso de por medio. De alguna menera eso logró bajarme de ánimos, aunque no lo demostré. Solo asentía para alguien o algo que nunca llegó.

Entendía a Roier.

¡Callate! » SproierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora