Ya habían pasado casi 2 meses desde que comenzamos a hablarnos. Se sentía bien tener otro amigo, y más con el que puedo hablar de mis gustos y saber que él también los tiene. Me calma, pero...Pero esto. Esto no me calma. No conozco a Diego tanto como para saber que no es como él.
Igual, no voy a dejar de hablarle solo por eso. Sólo seré precavido. Cuidadoso.
Y lo conoceré mejor.
Tal vez no es tan malo como él, y sólo estoy siendo paranoico.
Había comenzado a ir a su casa seguido, más que todo los fines de semana, a veces acompañado por Hazu, Chris o alguno de los otros chicos. Aunque la mayoría de veces, iba solo. Nada de qué preocuparme, ya fueron dos meses y al parecer en lo único en que se centra es en la universidad y en Scarie. Dios, cómo amaba a ese gato.
"Espera, Scarie, ¿Dónde está?" o también podías encontrar ocho mil fotos de ese gato en una sola carpeta. No es crítica, porque fácilmente podría ser yo con mis seis gatos.
En fin, al grano; Esperaba en la acera en frente de aquel restaurante de preferencia que teníamos Chris y yo desde secundaria. Era un local japonés, de esos en los que te puedes sentar a ver como hacen tu comida o ser testigo de cómo el chef hace trucos con la preparación. Yo iba más por lo último, Chris por la comida. Es que...bueno, le gusta comer.
Cuando finalmente llegó, entramos rápidamente y casi al instante el olor de la gloriosa y tan esperada comida llegó a nuestras narices.
— Maldición.— Dijo Chris—. Qué rico, mierda.
— ¿Por qué tienes que decir groserías por algo que te gusta?—. Cuestioné, gracioso—. Pareces Jihyo enojandote porque te gusta la comida.
— A mami Jihyo no la metas en este asunto, ¿hueles eso?¡Es el olor de la gloria!
— Vamos a sentarnos, veo que estás bastante emocionado por sólo el olor, no me imagino el sabor.
Casi instantáneamente, salió disparado como un rayo a la barra y se sentó con una sonrisa plasmada en su rostro. Yo hice lo mismo, pero con más calma.
— Bienvenidos, ¿Qué les gustaría pedir? —. Preguntó el chef al momento de sentarnos, junto con una reverencia.
— Me apetece un Yakisoba, ¿Y tú, Sam?
— ...Yo...— Vi el menú, me quedé un momento pensando en el primer día que fui a la casa de Diego, había hecho Soba. La carta de comidas también lo traía, y no pude resistirme a pedir uno, sólo para comparar su sabor— Un Soba, por favor.
Coloqué la carta del menú sobre la mesa, junto con una sonrisa. Luego, el chef se puso en marcha y pudimos observarlo cocinar.
— ¿Soba? ¿Desde cuando prefieres el soba ante el Takoyaki?— Cuestionó Chris, alzando una ceja.
— Bueno, nada más lo he probado una vez, quería saber cómo sabría aquí.
— ¿Una vez?¿Cuándo?
Me quedé en silencio por unos segundos—. En casa de Diego.
— ¿Por qué dudaste en responder? No tiene nada de malo-...—Y ahí, pude observar qué tan grande puede abrir Chris su boca—. ¡Ah, ya sé qué está pasando!
— No es lo que tú crees, Chris.
— ¿NO? Ah, con que no. — Procedió a mirarme con los ojos entrecerrados.
Qué incomodo.
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Shine-less
Teen FictionDicen que lo que no brilla no tiene valor. Entonces, ¿Los ojos de aquel chico ya habían perdido el valor hace tiempo? ¿Ya nunca nadie iba a mirarlo como algo importante, si no como una máquina que solo tiene un corazón porque sólo no se lo puede qui...