Capítulo tres

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Me desperté algo cansado, frustrado. De nuevo a la universidad tan temprano. Giré mi cabeza para poder agarrar mi teléfono celular, que vibraba gracias a la alarma. Apagué ese sonido, cuánto lo odiaba. Luego, con los ojos entrecerrados por la luz de la pantalla (y también por el sueño) vi la hora y fecha; 5:50 a .m., 13 de marzo de 2022.

— Me lleva la mierda.

Me levanté de la cama, casi mareado. De no ser que vi la hora y fecha, me estaría preguntando dónde estaba y qué año era. Y por alguna razón, sentía que me faltaba algo. No sé qué, sólo sentía que me faltaba algo. Traté de no pensar mucho en eso y me dirigí al baño, para prepararme, hacerme un desayuno y encaminarme a la universidad. En mi camino a la parada de autobús, me encontré un pequeño gato. 

Peculiar; Tenía una cicatriz en el ojo, lo que le evitaba abrirlo. Sentí lástima por él, y hasta pensé en llevármelo a casa, pero tenía que ir a la universidad y no podía tenerlo ahí todo el día hasta irme. Lo acaricié, y luego sólo recé para que estuviera ahí a mi hora de salida.

Finalmente había llegado, y en la entrada me encontré con Zack, un buen amigo mío. Él me miró y lleno de confianza se acercó a mi a rodear mi cuello con su brazo vendado.

— ¡Buenos días!¿Listo para la tercera semana de universidad?

— Ni me lo recuerdes.

Zack rió, yo solo sonreí, pero no pasó mucho tiempo para que ese sentimiento de ser observado llegara y borrara mi sonrisa por una boca torcida y confundida. Si había algo que odiara más que la alarma, eran las miradas. De cualquier tipo. 

No podía ser, ¿Otra vez? Pensé que al llegar a la universidad, aquellas miradas de la escuela se acabarían. ¿Por qué no terminan?¿Por qué no dejan de mirarme? Mierda.

No tardé en sentirme incómodo, algo que Zack notó. Veníamos de la misma escuela y sabía cuánto aquello me molestaba, a lo que dio unas palmadas en mi espalda para intentar calmarme, aunque lo logró poco. 

Mis ojos estaban entrecerrados, por no decir que lo estaban completamente, todo, absolutamente todo, lo escuchaba lejos, distante, y aquel molesto pitido que estoy seguro que todos escuchan en algún momento de sus vidas, se hizo presente. Pero, sólo de repente, todo desapareció.

— ¡Oye!¿Qué tienes?— Mis ojos se abrieron abruptamente, encontrándome con un Samuel preocupado. — ¿Te sientes bien? Perdona pero te voy a regañar: ¿Por qué mierda viniste si te sientes mal?

— No, es que, las miradas...yo-

— Ah, ya entiendo. — Sonrió—. Déjame aconsejarte: Cuando sientas presión por miradas, porque sientes que alguien te mira, cuenta hasta tres si es en un lugar público. Y si no sirve hasta tres, cuenta hasta diez. Servirá.

—Yo...— Sonreí, de vuelta, suspirando—. Gracias Sam.

Escuchamos a Zack reír sarcásticamente.

— ¿Se conocen?¿Desde cuándo?

— Bueno, como hace tres semanas, Emily nos presentó.— Volteó su mirada a mi—. ¿Qué esperas? ¡Cuenta!

— Ah, sí.—. Y ahí, empezó mi cuenta regresiva de 10 a 1. 

— ¿Mejor?

—Algo...

— Bien, debemos irnos, Zack, nuestra clase está por empezar y no podemos faltar.

Zack asintió sonriente, y luego de un "Nos vemos", Sam me jaló del brazo para luego empezar a correr apresuradamente hacia el salón de artes. Se sentó en su lugar, como siempre, y yo, sobando mi brazo que minutos antes fue agarrado con tal fuerza que casi pienso que me lo arrancarían, hice lo mismo que él.

Shine-lessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora