ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 3: ᴍᴇʀʟᴏᴛ

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"Te aseguro que cada día odio a más gente. Todo el mundo me irrita. Si ahora soy así, ¿qué pasará cuando sea mayor?"

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Tomadas de la mano caminaron hacia las resplandecientes luces del terreno de juego. Akane tenía la sensación de que eran como corderos yendo al matadero, pero, obviamente, no iba a decirlo en voz alta. Momo estaba afectada desde que vio el mensaje en la pantalla. Su hermana sabía que estaba haciendo un enorme esfuerzo para no echarse a llorar allí mismo. Estaba orgullosa de ella.

Momo nunca había sido agresiva ni peleona como Akane, para nada. Era tranquila, agradable, algo bromista, y a menudo le gustaba meterse donde no le llaman... Pero nunca había estado involucrada en una pelea o situación de riesgo, su hermana se había encargado de ello en gran parte. La sobreprotegía.

Akane sabía que Momo tenía su temperamento, obviamente nadie puede ser tan bueno. Ella era del tipo de persona que en una discusión trataba de mantener la calma todo lo que podía, y, cuando llegaba al límite, simplemente te chillaba con su vocecita aguda y se marchaba. Pocas eran las veces que ocurría, pues era extremadamente difícil llegar a molestarla hasta  ese extremo, pero no era imposible. A veces Akane lo hacía por pura diversión, le recordaba a una ardilla.

Aun así, Akane sabía que su hermana ansiaba sentir la emoción de una pelea. Cuanto más le prohibías algo a Momo, más ganas tenía de hacerlo. Varias habían sido las veces que le había pedido entrenar con ella, y ella con mucho gusto se lo había concedido. Obviamente, con las debidas protecciones. A Momo le gustaba la adrenalina de la pelea, pero con la seguridad de que estaba todo controlado y medido. Cuando había peleado con algún compañero en el gimnasio siempre había sido bajo la supervisión e instrucción de Akane. Ella se aseguraba de que su hermana recibiera el mínimo daño y le dictaba donde golpear para que fuera una pelea rápida y eficiente. Y eso para Momo era suficiente. Le gustaba el subidón de adrenalina, pero sin salir magullada.

Ella solo quería dar ostias.

Se plantaron frente a las escaleras que conducían al santuario "Yoyogi Hachimangu". Había flechas que les indicaban la dirección al área de juego, allí donde antiguamente estaban los carteles informativos sobre aquel sitio. Conocían el lugar más o menos. Ellas no eran mucho de ir a santuarios, pero su abuela a menudo las había obligado a acompañarla en repetidas ocasiones.

El santuario Yoyogi estaba dedicado al dios de la guerra "Hachiman", y a su abuela le gustaba ir especialmente durante el Festival Reitaisai. También era cuando estaba más concurrido.

Akane esperaba que aquel juego tuviera algo que ver con el festival, pues se hacían muchas actividades, como por ejemplo el Yabusame, el arte del tiro con arco a caballo. Una habilidad militar desarrollada durante el periodo Kamakura. Se repartían tres dianas de tiro con arco a lo largo de un recorrido de 250 metros, y los arqueros, vestidos con trajes tradicionales, debían pasar al galope, disparando una flecha en cada objetivo. Ella nunca había montado un caballo ni disparado una flecha, pero le parecía mucho más difícil hacer una ceremonia del té.

Había dos caminos para acceder a la cima del santuario, uno que se desviaba un poco y otro que iba directo, optaron por el segundo. Subieron las escaleras tratando de no tropezar con nada. El camino estaba bastante arreglado, pero como estaba oscuro era mejor ir con cuidado.

Al pasar por el torii, un arco tradicional, Akane se detuvo.

—¿Qué pasa ahora? — preguntó Momo cansada. Realmente no sabía si quería saber la respuesta. Empezaba a estar un poco harta de todo. ¿Más sorpresas? No gracias, se dijo Momo a sí misma.

ʀᴏᴊᴏ ꜰᴇʀᴏᴢ • 𝕬𝖑𝖎𝖈𝖊 𝖎𝖓 𝕭𝖔𝖗𝖉𝖊𝖗𝖑𝖆𝖓𝖉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora