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La cabeza me duele de una manera sobre humana. Siento como las palabras de mi médico siendo claro hacen eco en mi memoria «Señorita Edevane, no debe beber mucho alcohol» o «Es perjudicial para su tratamiento» o «No es recomendable ingerir grandes cantidades»

Debí haberlo escuchado. Aunque no entiendo que tiene que ver con mi problema; yo no le veo nada de malo.

«Ellos siempre exageran»

Abro los ojos, gracias al cielo no entra demasiada luz; solo un poco por la puerta de le cuarto de baño. La única ventana se encuentra dentro de este y da para el patio trasero.

Me incorporo frotándome los ojos. Parpadeo un par de veces recordando donde es que me encuentro, qué fue lo que pasó, recuerdo a...

«Max»

¡Rayos!

¿Lo soñé? ¿Durmió conmigo? ¿Se ha ido? Me causa una punzada en el pecho el que se haya marchado, ¿Y si se fue por la noche, mientras yo dormía? No sabría como interpretar el sentimiento que se instala en mi. «¿Por qué se iría?» Vale... apenas lo conozco y bueno... yo le dije que se podía ir cuando quisiera.

Entro al sanitario para lavarme la cara. Me veo en el espejo notando mis ojeras. No me molesto en cubrirlas, me la lavo los dientes y salgo de la habitación dispuesta a comer lo que compré la noche anterior. No hay nadie en el pasillo así que doy por hecho que Max se ha ido; hasta que entro en la cocina y lo veo de espaldas a mi.

—Buenos días, bella durmiente—dice sin voltear, sin embargo puedo adivinar que está sonriendo.

Se está moviendo muy rápido, me acerco a su lado para ver y me sorprende ver qué es lo que esta haciendo. Tiene una sartén en la mecha, parte de lo que había comprado lo ha utilizado para cocinar; no puedo ocultar la sorpresa de mi rostro y él lo nota.

—¿Sorprendida?—pregunta divertido.

—¿Cocinas?—afirma con la cabeza—, segunda sorpresa del día.

—¿Segunda? ¿Cual fue la primera?—continua con su labor.

—Creí que te habías marchado durante la noche—le hago saber.

Apoyo todo mi peso en la un pie, lo que he dicho hizo que se detuviera y me mirara con una expresión que no logro identificar. Apaga la mecha girando sobre si para quedar frente a frente. No puedo descifrar la expresión de su cara.

—¿Por qué creíste eso?

Me encojo de hombros restándole importancia.

—No lo se, solo lo pensé.

—No me arriesgaría a que la bruja esa qué dijiste del kiosco me lleve dejándote aquí sola—bromea.

—No te sorprendas cuando se aparezca en tus sueños, entonces—le seguí el hilo.

Tomo dos platos y los coloco en la mesa, uno frente a otro. Ambos nos sentamos a desayunar platicando de cosas banales. Me recorre con la mirada y por alguna razón que desconozco no me importa mi aspecto, el que lo haga tan distraídamente provoca que sienta que no es la primera vez que lo hace. Es extraño teniendo en cuenta que lo conozco hace unos días.

Acuérdate de mi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora