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"Es que ella me tiene en los M.A.
pero de mejor amiga no tiene nada,
se porta mal y quiere ser castigada
pero pa' ella siempre estoy listo,
él le compra la ropa pero yo la desvisto."

Me late el corazón a mil

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Me late el corazón a mil.

Estamos a una cuadra de lo de Lisandro. Son casi las seis de la tarde por lo que va a empezar a oscurecer pronto, y a pesar de que ya pasó un rato, todavía sigue lloviendo a cántaros. A duras penas puedo ver a través de la cortina de agua afuera del auto.

Le dije que sí a Lisandro y ni siquiera tuve tiempo de arrepentirme, porque él se ocupó de mantenerme distraída con su mano, recorriéndome el interior del muslo con los dedos y deslizándose por debajo de mi vestido, pero nunca tocándome de lleno. A este punto, yo ya estoy mojadísima, seguramente arruiné mi ropa interior y no doy más de las ganas.

Sé que cogérmelo a Lisandro no es ideal, por muchos motivos. Primero, le prometí a él y a mí misma que no lo haría. Estaría traicionando todos mis principios, estaría volviendo a caer en aquel círculo vicioso del cual luché por escapar. Segundo, Alex me está esperando en casa, enojado porque me olvidé que hoy se suponía que almorzaríamos con sus papás. Tercero, temo querer volver a repetirlo.

Pero ahora no puedo pensar en eso. Mi cerebro funciona lento, en lo único en lo que puedo concentrarme es en lo caliente que estoy y me estoy tratando de convencer a mí misma que no es por Lisandro mismo, sino porque llevo sexualmente frustrada varias semanas y los orgasmos que me da Alex no son suficientes para complacerme. Sin embargo, lo miro de reojo al hombre que está al lado mío y siento un tirón en el estómago, por lo que cada vez me creo menos.

Llegamos a la casa de Lisandro y él estaciona el auto debajo del garage de concepto abierto. Pero cuando creo que va a bajarse del vehículo, lo que hace él en vez es trabar las puertas y reclinar el asiento al máximo. Me mira con una media sonrisa y se palmea el regazo.

—Tomá asiento, preciosa.

Siento un cosquilleo entre las piernas y no dudo un segundo. Como puedo gateo por sobre el apoyabrazos y me siento a horcajadas en su regazo, con mis rodillas a cada lado de sus caderas, haciendo que mi vestido se suba por mis muslos hasta dejar mi tren inferior casi completamente expuesto. Ni bien estoy sentada, Lisandro me empuja contra el volante y me come la boca con fiereza.

El beso me deja sin aire. Por un momento, siento que vuelvo a tener diecisiete años y Lisandro me come la boca en el baño de su casa, toqueteándome entera, listo para hacerme mierda. Recuerdo la situación y ya me siento algo acalorada por volver a revivir alguno de aquellos momentos en donde nos queríamos.

Me retuerzo como puedo para evitar tocar la bocina, pero me es difícil siquiera moverme porque él me sostiene con fuerza, apretándome la cintura de una manera que sé que me va a dejar marcada. Inmediatamente introduce su lengua en mi boca y me mordisquea el labio inferior, saboreándome y guiando mis caderas para empezar a contornearlas sobre su entrepierna.

FREEFALL | lisandro martínezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora