Llorar, eso quiero hacer.
Quiero salir corriendo y olvidar la carta en el tacho de basura. Poder dar media vuelta y huir de ese lugar vacío y oscuro en el que yo misma, por mera voluntad propia, me había metido. O en el que me metiste. O en el que nos metimos.
Nunca creí encontrarme en la situación de realmente preguntarme si había hecho algo mal. Si sobraron o faltaron palabras por decir, por pronunciar, por expresarte. Sin embargo, acá estoy. Temblando de los nervios y mordiéndome las uñas, haciendo nulos intentos en averiguar si mi voz no fue interpretada como quise desde un principio. Si mi voz salió débil o más fuerte de lo necesario. Si en verdad mis intenciones parecían ser malas, cuando en ningún momento lo quería así.
¿Cómo una persona puede ser tan atroz? Cortar en pedazos a otra con tan solo 9 palabras y dos signos de pregunta. Como si las palabras no lograran desmoronar. Como si mi sufrimiento fuera inexistente. Como si la sangre en mis manos no estuviera, haciéndola pasar por simple pintura escarlata manchando mis dos extremidades como la tinta lo haría. La tinta que vos usaste para hacerme la carta que destruyó todo lo que alguna vez había armado a tu lado. No sé si era una casa, un mural o la misma Torre Eiffel en mi inventado país de los enamorados. No sé. Solo sé que lo destruiste y punto.
Eso es lo que me molesta. Ese punto. El punto final de nuestra amistad, el que yo nunca quise escribir ni mencionar. El que yo daba por hecho que no iba a aparecer más en mi historia. El que no iba a volver a ver hasta la siguiente vida –si es que hay una–. Aunque dudo que vos alguna vez te haya molestado su presencia.
También dudo de que alguna vez notes mi ausencia en tu vida. Nuestra rutina diaria se basaba en hacer lo que vos querías, sin escucharme ni tomándome en cuenta. Dabas por hecho que yo estaba tan cegada que no iba a notar el daño que me hacías. Sí, tal vez fue eso. No me notabas. Todo al mismo tiempo en que yo te colocaba en un pedestal, teniéndote como una especie de dios salvador de las sombras de mi persona. Me aferraba a la idea de los principios de nuestra relación, cuando aún no había muerto ni tampoco te habías ido.
No quería soltarte.
No quería despedirme ni menos quería alejarme. No quería hacer nada de eso aún sabiendo que habías tomado la mejor parte de mí y dejado lo demás hecho ruinas. Pero supongo que estoy harta.
Harta de que nadie me escuche, de que cuando voy con el corazón en la mano esperando que me presten atención para confesar algo, no lo hagan. Estoy harta de mis crisis existenciales provocadas por vos, que me hacían dudar de seguir haciendo lo que siempre amé o simplemente ponerme de nuevo esa venda en mis ojos y nunca más ver mis antiguos sueños.
Estoy harta de siempre caerme a pedazos por personas que están completas sin mí.
Estoy harta de estar en ese precipicio lleno de una lúgubre oscuridad, y siempre ver hacia arriba imaginando que una mano se estira para alcanzarme y así poder estar en la cima como los demás. Pero, ¿para qué?
¿Para volver a ser empujada? ¿para que me partas las piernas en dos? ¿para hablar y dar consejos, pero que al final me digas que mis palabras son las que cortan? Porque, créeme, las palabras cortan, duelen y sangran. Pero no las de mi boca.
Ahora la que se desangra soy yo, esperando a que vos vengas y me pidas perdón, teniendo el conocimiento de que sería como poner una curita en un corazón abierto. Rezando y deseando que salga viva de esta, a pesar de haberme apuñalado mil veces. Para luego actuar como si vos fueras la que sangrara.
¿Por qué me hiciste esto, Sam? ¿Por qué te dejaste manipular por él? ¿Por qué no simplemente pudiste luchar más, en vez de dejarme de lado?
¿Te podés imaginar las veces que me pregunté el por qué me apoyaste en mis peores momentos, para luego soltarme de la nada? ¿Por qué parece que te salió muy fácil la farsa de quererme, si se me hace tan difícil a mí misma? ¿Hay alguna receta? ¿Algún libro de instrucciones? ¿Hay algo siquiera o es el hecho de fingir solamente?
¿Necesito ser como vos para empezar a aceptarme?
No. No, no, no. Olvida la última pregunta. Olvidame a mí y no vuelvas nunca más. Nunca. ¿Me entendiste? Sé que sos capaz de hacerlo, así como también sos capaz de dejarme atrás como si nada. Así que haceme caso. No vuelvas.
No vuelvas porque esta vez no voy a dejar la puerta abierta para que puedas entrar de nuevo a mi vida. No soy una estación de tren como para que pases por acá cada muerte de obispo. Tampoco soy un centro de rehabilitación como para que me tengas como tu psicóloga. Pasa eso está la terapia, y eso no te lo puedo dar por más que quiera.
Con que no sabés por qué te estoy diciendo todo esto, ¿eh? Tranquila, Sam. Te lo voy a contar desde el principio. Diciendo nada más que la verdad y sin esa venda en los ojos de la que te hablé antes. Esa venda que vos seguís teniendo, y seguís sin querer aceptarlo.
Te voy a contar todo, como que me llamo Alma Torres.
IWNDNQNDKQKDN QUE EMOCIÓN ESTAR PUBLICANDO ESTO😭😭
hace más de un año que llevo escribiendo este libro, y estoy totalmente emocionada de subirlo a esta plataforma. La idea principal era publicarlo en librerías, con ayuda de una editorial, pero acá estoy de impaciente.
ojalá les guste esta historia, tanto como a mí. Sin más, los dejo con la lectura💗
¿Les gustó? Si es así, no se olviden de guardar, compartir, comentar y darle mg a la publicación. Saben que me ayudarían muchísimo haciéndolo 🤍
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𝙍𝙖𝙯𝙤𝙣𝙚𝙨 𝙥𝙖𝙧𝙖 𝙤𝙙𝙞𝙖𝙧𝙩𝙚 - 𝗠𝗮𝗶𝗮 𝗚𝘂𝘇𝗺𝗮𝗻
Teen FictionAlma odia a su (ex) mejor amiga, Sam. Odia su mirada. Odia su forma de hablar. Odia sus razones para irse. Y principalmente odia a su novio, Luciano. Pero todo fin debe tener un comienzo, ¿no es así? Alma te contará las mil y un razones que tien...