( RAZÓN 1: por tus palabras )

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Me desperté con lágrimas descendiendo por mi cara

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Me desperté con lágrimas descendiendo por mi cara.

La respiración agitada, aunque era una sensación tan conocida para mí, se hizo presente en mi mañana. A pesar de estar completamente asustada, un pequeñísimo sentimiento de alivio apareció en mi pecho. Para mi tranquilidad, el saber que tengo la certeza de que todo fue un sueño calmó en parte a mi corazón.

Los pensamientos aleatorios y acelerados todavía me atormentaban. Es como si un tren hubiera chocado directamente contra mi cabeza, pero en vez de transportar personas, llevara dentro mil y un palabras que me hacían dudar de mi propia cordura.

Cómo cualquier otro día, busqué mi celular entre las sábanas de mi cama. Vos sabías que todas las noches me desvelaba con el teléfono, sin embargo, el término de "desvelarme" era un chiste propio entre las dos. De dormirme tarde no tenía ni un poquito de cierto.

Esa era tu verdad. No la mía.

Nunca la fue.

Mis ojos recorrieron toda la pantalla del aparato. No encontré tu mensaje. No lo encontré en mi lista de "no vistos". No encontré ese mensaje que siempre me dejabas en la madrugada, aún sabiendo que debía estar soñando. O mejor dicho soñándote. O soñándonos. No sé.

Lo que sí, me pareció raro no ver tu nombre entre las diez notificaciones que me llegaron hace unas cuatro horas.

No me había dado cuenta hasta el momento, pero el verte solamente a vos entre tanta gente se volvió parte de mi rutina diaria. Rutina la cual se desequilibra si hay algo fuera de lugar. Una rutina vacía pero que, con vos en ella, se sentía divertida. Aún si siempre fue la misma.

Para mí, ese fue el principio de nuestro final.

Definitivamente acá inició todo lo que fue desgastándonos. Elijo creer que vos, dentro de unos años, te darás cuenta de lo que en ese momento, para mí, era similar a la destrucción del mundo tal y como lo conocía. Elijo creer en eso ya que no quiero creer en tus palabras, esas que me hacen saber que hay incontables razones para odiarte, para despreciarte y para tenerte el peor de los rencores.

Hay razones para odiarte, y yo te voy a nombrar cuáles son a través de lo que sea que sea esto.

Sin saber cómo, ya me encontraba bajando por las escaleras de mi casa para desayunar y, quince minutos después, irme al colegio. Acababa de volver a hacer las cosas en modo automático.

Cuando volví en mí misma tuve que parpadear varias veces para acostumbrarme a estar en la realidad y no en mi mente, por más común y aburrido que suene. Por suerte, mis ideas no sonaron tan fuertes como lo hizo mi mamá a las seis de la mañana preparándonos un desayuno a las dos.

— ¡Alma! ¿Ya bajaste?

— Sí, ma.

Mi cara hinchada por el sueño saludó con todo lo que podía a mi mamá. El tono de voz que me salió fue de mal humor, pero las dos sabíamos que en cuanto entrara al baño a arreglarme volvería a mi estado de ánimo natural.

𝙍𝙖𝙯𝙤𝙣𝙚𝙨 𝙥𝙖𝙧𝙖 𝙤𝙙𝙞𝙖𝙧𝙩𝙚 - 𝗠𝗮𝗶𝗮 𝗚𝘂𝘇𝗺𝗮𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora