Park Jimin, un chico solitario y con severos problemas mentales, vive en un mundo en su cabeza donde todos le mienten, encontrándose con voces distorsionadas que lo llevan a la locura una y otra vez sin cesar. Queriendo escapar de aquella oscuridad...
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Cruzando algunos semáforos en rojo.
Logro llegar a ese departamento al cual nunca había entrado.
¿Cómo sabía la dirección?
Simple. Sabía cuál era desde el robo del banco. Quizás miro demás de la información del chico.
Bajo del vehículo para tocar la puerta con fuerza.
Al no obtener ninguna respuesta, la pateo con fuerza.
Una.. dos patadas.
Llegó la tres, haciendo que se abriera de inmediato.
Corrió hacia las escaleras para subir con rapidez.
Al llegar enfrente de una puerta, tocó de nuevo. Haciendo que se abriera un poco.
¿Por qué razón estaba abierta..?
Se adentro alarmada para mirar a todos lados.
— ¿Jimin? ¡Soy Daniela! —afirma alzando la voz mientras buscaba alguna señal del rubio.
Camino apresurada hacia un pequeño pasillo, logrando divisar una puerta en particular. Se adentro a esta para encontrar al joven de cabellera rubia tirado en el suelo con su mano sangrando sin parar.
Se acercó de inmediato a el.
Se asustó al ver el gran charco de sangre, y el color tan pálido del joven.
— ¿¡Jimin!? —tomo su rostro— ¡Responde, por favor! ¿¡Jimin!? —lo llamaba con una inmensa preocupación y angustia en su voz.
Tomo su muñeca comprobando si tenía pulso. El cual era lento y para nada normal.
— Oh no... —susurra llenandose de miedo para tomar su celular.
— ¿¡Emergencias!? ¡Por favor que alguien venga pronto! —exclama desesperada.
— Descuide jovencita. Mantenga la calma, Díganos, ¿Cuál es su emergencia?
— ¡Mi... Mi pareja! —dice sin pensar— ¡Está herido y su pulso es lento! ¡Creo que perdió mucha sangre! Por favor vengan ya... Por favor. —pronuncia al borde del llanto.
La mujer en la otra línea solo podía decirle que guardara la calma, lo cual era imposible... Jimin no respondía y su respiración estaba comenzando a desaparecer.
— ¡Calle ****, departamento dos! — dice al escuchar como pedía su dirección, afirmando que irían de inmediato.
— Resiste... Tu puedes... —susurra con voz temblorosa tomando su mano.
(...)
La chica solo podía caminar de un lado a otro en la sala de espera.