Park Jimin, un chico solitario y con severos problemas mentales, vive en un mundo en su cabeza donde todos le mienten, encontrándose con voces distorsionadas que lo llevan a la locura una y otra vez sin cesar. Queriendo escapar de aquella oscuridad...
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Después de un mes del pequeño juicio de Daniela, todo se había resuelto. Y su implicación con aquel robo había quedado cerrado.
Pues los señores Stephens, habían pagado la gran suma de dinero por su liberación inmediata.
Con miradas severas, los padres de la joven la esperaban frente a su automóvil. Su madre, una mujer de casi 40 años de edad, de vestimenta casual-elegante con rasgos parecidos a los de Daniela. Y su padre, un hombre sencillo con un traje formal, que solía llevar la gran mayoría del tiempo por sus viajes de negocios.
—¿Está todo listo? —pregunta la mujer de cabellera negra, casi igual a la de su hija.
La contraria asiente lentamente.
—Papás.. yo.. quería volver a disculparme. —murmuró con un tono gutural mientras su vista se dirigía abajo.
Ambos se miran entre ellos con discreción.
—Espero que hayas aprendido la lección al menos, Daniela. —dice su madre mientras sube al auto.
Su papá dio un suspiro pesado.
—No te preocupes, solo no mencionemos más lo sucedido. —habla su progenitor con seriedad para subir en el asiento del piloto, y luego arrancar el motor del auto.
La azabache sube después en los asientos de atrás con pesar.
De verdad que le calmaba que sus padres no pensaran mal de ella.
Sabía que su confianza se podría haber deteriorado. Pero deseaba recuperarla de nuevo poco a poco.
《 ... 》
La pelinegra se adentra en su cuarto después de haber llegado hace unos minutos a su casa.
Podía recordar perfectamente cuando Jimin estaba allí con ella, aunque no fueran tantos aquellos momentos. Sabía que estaba surgiendo algo maravilloso.
Tal vez le mintió..
Pero aún sentía aquel gran amor que le tenía, y en definitiva, no sería sencillo simplemente olvidarlo.
Se había enamorado perdidamente de él.
Y sería casi imposible hacer que aquellos sentimientos se esfumaran.
Pero su vida tenía que seguir.
—¿Daniela? A comer. —escucha la voz de su madre, sacándola de sus pensamientos. Alza la mirada de inmediato— Ven, tenemos que hablar.