sobre vos | rodrivan

dos

Decepción.

Esa palabra, el significado de esta. Así se sentía Iván ese día sábado a casi ser doce de la noche.
Había estado una semana esperando, intentando olvidarse de ese pibe con el laburo, para llegar el tan grandioso sábado de joda y no verlo en ningún lado.

Se sentía en parte inútil; cómo siendo él, un chabón que se come a cualquiera, que es un chamuyero de mierda conquista corazones de una, no podía acercarse a justamente ése pibe porque le daba vergüenza intentar bailar. Un boludo.

Hacía ya tiempo que lo venía viendo de lejos, sólo que estos últimos días estuvo llamando más su atención por alguna razón. Siempre lo vió bailar, pero nunca se paró para quedarse un rato viéndolo. Sólo ese sábado, algo dentro suyo hizo una pequeña corriente de electricidad para que llame tanto su atención. Mucho más que antes.

Y justamente hoy no había llegado.

Hizo la técnica de “así arreglo mis problemas”, chupándole un huevo la situación y ponerse a tomar. Tomar más de lo demás, más de lo debido.

Jadeos pesados, mordidas decoraban esos labios inchados: casi agarraban a Iván como a un juguete para controlarlo como se le dieran la gana. Obviamente no pasó a mayores, solo fue un simple beso brusco mezclado con manos traviesas.

Pensó que hoy quizás su mentalidad de “chamuyos y besos nada más” va a terminar en “chamuyos, besos y sexo” si era posible. Los manoseos inesperados por parte de un tal peculiar pibe más alto que él y rubio teñido hizo que algo dentro de Iván se removiera. Quería más, aunque sea por sólo esa noche para dejar de sentirse raro.

Entre tragos y tragos esperando a que su imán atraiga chicos bonitos como pasaba habitualmente, un ruido al lado suyo o casi a su lado llamó su total atención. El lugar era un escándalo con un la música, sí; pero su oído escuchó lo que le podría dar una chance a Iván con ese alguien.
Giró su cabeza, a su izquierda para ser exactos.

Su corazón fue casi una bomba de emociones.

Tal chaboncito nombrado anteriormente se encontraba ahí, tomando en la barra. Por lo que llegó a ver, notó que estaba bien arreglado: traía unos curiosos anteojos negros que destacaban y una gorra de un distinto color como siempre traía. Parecía que apenas había llegado. Que todavía no había movido ni un músculo en la tal "pista de baile" –cómo se le diría en las películas Yankees–.

Era la oportunidad para acercarse, pero no lo hizo. Dejó que se fuera a dónde siempre, para hacer lo que siempre hacía los sábados y le salía hermosamente bien. Bailar.

— soy un pelotudo, dios.— murmuró, tapándose la cara con ambas manos.

Luchando mentalmente con sus ideas, para quedar en un acuerdo que no tardó tanto en ponerse en marcha. Uno, dos, tres tragos más para pararse de la silla y acercarse al centro, dejando en parte que el alcohol actúe por él.

Ya estaba ahí, a unos tres pasos cerca.