ensalada

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Mientras le caían gotas de agua fría por la espalda, se dedicó a distraerse a si mismo. Por algún motivo el hecho de que el chico que le gustaba estuviese a sólo una puerta de él, estando desnudo, le causaba cierta emoción. Tenía que deshacerse de esa sensación en el estómago lo antes posible.

En realidad no sabía si era odiado por el mundo o amado por un ser superior. Tal vez hasta podría salir desnudo y entregarse a Cristian en cuerpo y alma en un abrir y cerrar de ojos. Lo tenía ahí, en su habitación, ellos dos solos. El impulso de decirle todo lo que se había guardado por años era casi imposible de reprimir.

Se secó el cabello, recorrió su cuello y sus brazos, su torso. Se colocó la toalla en el rostro para soltar un gritito. ¿Qué se supone que debía hacer? Cuando se encontró con su reflejo en el espejo notó que tenía las mejillas rojas. No sabía si de los nervios o del alcohol.

Todo lo que le había dicho Cristian le daba vueltas en la cabeza. No lo entendía. Es decir, si había sido cariñoso con él antes pero jamás, nunca, ni una sola vez, lo había besado. Mucho menos en los labios. El contexto en el que lo hizo no era lo mejor.

Le dijo que era tierno, lindo y luego lo besó con la excusa de ponerlo en el lugar de su pareja. El varón del que había estado enamorado toda su adolescencia había hecho eso, lo que había soñado mil veces se hizo realidad y ahora no sabía para donde ir.

Cristian estaba borracho. No hasta las manos, como solía decirse, pero era notable con solo verlo, olerlo, o hablar con él. Para él era curioso verlo así, tan risueño. Usualmente era un tipo serio y distante así que hasta cierto punto fue lindo verlo tan despreocupado.

Mientras se secaba las piernas, recordó que lo estaba esperando tirado en la cama con una musculosa blanca encima. Le quedaba tan bien ese color, le resaltaba la piel de una forma tan linda. Lo recorrió un escalofrío de sólo pensarlo.

Comenzó a mentalizarse para encontrarse con esa imagen a la par que se vestía con su pijama. Su rutina de skincare podría esperar hasta la próxima noche, entonces tenía demasiado sueño y poca paciencia.

Con el pelo aún un poco húmedo y un nudo en la garganta, salió del lugar. Cerró la puerta con cuidado y se encontró con Cristian recostado, usando las palmas de sus manos como almohada, dejándole ver sus brazos totalmente.

HeungMin era un hombre débil.

"Te... Te quería hablar de lo de hace rato" Le dice desde allí, sin dirigirle la mirada y clavando sus ojos en el techo.

El coreano siente como una espantosa sensación le recorre el cuerpo. Desde la punta de sus pies hasta su último cabello. ¿Qué se supone que le iba a decir? ¿Que no debió hacerlo, que era sólo una confusión?

"No, Cristian."

Cuando él se remueve para sentarse, el pelinegro se encuentra con esos ojos marrones que tanto le gustaban. Había un brillo particular. No sabía si se debía a la luz pero cierto destello los hacia lucir familiares. Eran ojos conocidos, una sensación que ya había experimentado.

Tal vez Cristian lo estaba mirando como lo miraba él.

"Yo no quería-"

"No, Cristian." HeungMin alza la voz. Se sentía tan mal. El pecho se le achicó y comenzó a sentir una presión peculiar en sus muñecas. Con los ojos llorosos no tuvo nada más que hacer. "No me digas que no quisiste. No me trates como si hubiera nacido ayer."

Cristian se acerca para tocarlo de alguna manera, con un gesto preocupado y hasta avergonzado.
Se lo veía más puesto en sus casillas, con los patitos en fila. Se acercó a Son para tomar su mano pero él lo arrebató.

NEVER MINE TO LOSE: cutisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora