gotas

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Oficialmente aquellas eran las últimas horas en la costa. Al parecer las cosas habían salido bien, a penas podían darse cuenta del pasar de los días. Por suerte el cielo había estado despejado y no se había asomado ninguna lluvia. Hasta ese día.

A eso de la una de la tarde, la gran mayoría de alumnos de sexto año ya estaban despiertos. Algunos habían vuelto hace apenas un par de horas, otros habían dormido como bebés toda la noche. Se notaba en sus rostros quienes pertenecían a cada grupo.

Julián estaba más que feliz. Había tenido una velada divertida y llena de cosas lindas. Lisandro, por ejemplo, fue una de ellas.
Luego de explorar la zona en la fiesta, pasearon un poco por el centro y le invitó un helado. Caminaron chusmeando por los distintos locales de ropa y recuerdos sujetados de la mano.

Al volver al hotel, no le sorprendió que el entrerriano lo invitara a dormir con él. Aunque estaba algo inquieto, el otro le hizo saber que no harían nada que él no quisiese, por lo que pasaron la noche abrazados en su cama, charlando y riendo cerca el uno del otro. Sin embargo no se negaron un par de caricias debajo de las sábanas. Aquella fue la frutilla del postre.

Luego de desayunar junto a él, fue en busca de su amigo asiático. Entró a su habitación, encontrándoselo aún recostado ojeando su celular. Mantenía su rostro hinchado, no debió despertar hace mucho.

Se asusta cuando oye la puerta del baño y ve a otro cordobés saliendo con la cara similar a la de su amigo. Le guiña un ojo sólo para irse por la puerta, sin decir nada.

HeungMin se sienta en la cama, bostezando y estirando su cuerpo.
"¿Cómo te fue?" Pregunta mientras se revuelve el cabello.

A Julián le causa gracia. "Casi tan bien como a vos. ¿No me querés contar nada?" Dice señalándolo.

Solo entonces, el coreano se da cuenta de que su torso estaba completamente desnudo y se apura a taparse. "¿Qué? ¿Qué tiene? Vos también dormís así aveces."

Julián le dirige una miradita peculiar, como si no le creyera una sola palabra. Sin embargo, se limita a preguntar y lo deja pasar. Si no se lo quería contar, por algo debía ser.
No bastó tener mucha imaginación, en el pálido pecho de su amigo se veían marquitas rojas que no había manera que se las haya hecho un mosquito.

En vez de hacer eso, decide charlarle sobre su noche con Lisandro. De eso sí podían hablar. Cada vez que piensa en él se le remueve el pecho, causándole un malestar en el estómago y llenándolo de un calorcito que sabía su amigo conocería.

El hincha de River se recuesta en su cama, coloca el rostro sobre sus manos y mueve sus pies. Está tan encantado que le da vergüenza.

Quería llenarle la cara de besos, quería abrazarlo lo suficiente como para llevar su olor consigo. Había tantas cosas para decirle. Julián creía que nunca alguien pudo sentirse como él se siente con Lisandro. Tan especial que sería capaz de usar un collar con su inicial como esas parejas clichés.

Después de todo, Lisandro era una maravilla.

Le muestra su muñeca, adornada con una nueva pulserita, de esas que le gustaban. Era roja (para la envidia) y tenía un caracol chiquito de adorno. Su casi novio le había dicho que si se le caía era porque le estaban tirando mala vibra, así que estaría atento a eso.

Al ver el accesorio, a HeungMin le es inevitable pensar en el collar de cierto muchacho. ¿Será que ella es lo que Lisandro es para Julián?
No. No podía ser así. Había estado con él, lo había besado, había dormido con él, había dormido sobre su pecho mientras le acariciaba el cabello. Y cuando se despertó le dio un beso de buenos días.

NEVER MINE TO LOSE: cutisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora