CANTO DE LOS BÚHOS

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Ya mucho tiempo ha pasado desde el primer letargo; aquel conocimiento que descansa al sur de la gran ciudad en el asilo de la "Eterna María" donde es mantenido oculto, fuera de los oídos del mundo... No están listos para saber de la existencia de lo que nos acecha en los rincones más inhóspitos del remoto corazón del mundo y, nunca lo estarán.

Su diagnóstico había sido escrito y sellado hace tres inviernos. Superó la expectativa de vida que los doctores le habían dado. Sin embargo, la muerte la seguía a todas partes; tenía veintiséis años solamente y una nueva enfermedad sacudía su cordura. Su nombre era Anahí de un apellido bien oculto. Fue nombrado Síndrome del Búho en honor al principal síntoma de esta enfermedad degenerativa. Muchos han dicho ver búhos y lechuzas que hablan fuera de su mente, pero ninguno había presentado un caso como el de Anahí. Decenas de doctores de todo el continente estudiaron a la chica. Sin eficientes resultados y más que mostrarse interesados en salvar su vida se ven fascinados por su nuevo descubrimiento.

Su tiempo se agotaba y la psicosis ocasionada a menudo causaba daño irremediable en su cordura... No. Ni siquiera Dios pudo ayudarla, no hubo fe ni dogma que cortara sus cadenas que la hundían en la laguna negra de su mente... pataleando y jadeando con tanta angustia a su destino... no estaba lista para morir, para el esplendoroso abismo de la no consciencia y la nada silenciosa... muerte y olvido... ¡Dios! Quien sabe que la llevó a saberes y descubrimientos que lentamente proliferaron en su quebrada mente. Y con un nervioso silencio leí el encabezado dónde se había reportado como desaparecida.

Lo único que quería era dar sentido a su efímera y fugaz existencia a punto de llegar a su infeliz final donde desesperó en hallar la respuesta que ningún humano vivo podría responder. Algo supondría aguardar más allá de su mente y debía saberlo. Le era irrefutablemente necesario incluso hasta con irónica locura.

Ahí fue la parte donde entré yo y un par de turistas en su camioneta recorriendo los senderos boscosos que me llevaron directamente al centro del pueblo turístico donde la vieron por última vez; Mazamitla. A mi llegada el sol lanzaba sus últimos suspiros rojizos sobre las personas que recorrían la plaza. Y las luces de los restaurantes y bares comenzaron a aflorar; en su última carta dijo haber bebido en un reconocido bar; fue ahí el punto de partida de mi cruzada.

Cuando el que atendía el bar me recibió parecía avivado por el color de decenas de personas riendo y cantando. Y en el momento exacto en el que vio la fotografía de Anahí que le mostré su semblante dio un giro tan drástico que su expresión de pena y pésame me arrebató mis ánimos. No me consoló saber que efectivamente la habían visto y que recordaba perfectamente pese al paso de las semanas y cientos de rostros de turistas.

«¡Ah! esa pobre chica. Era muy callada... estando sobria, pero cuando se embutió varias micheladas su lengua se avispó; no dejaba de hablar de cosas sin sentido... aunque... debo admitir que me asustó un poco. He hablado con cientos de personas, pero ella en especial decía blasfemias y falacias. Mencionó curanderos que venían de las lunas de un mundo fuera de la vista de nuestro creador...

... y las lechuzas eran quienes mandaban mensajes a través de ella... la pobre perdió completamente la cabeza... una vez que la locura te hace cuestionar todo, tu cuerpo se separa de la mente... espero de verdad que la encuentres pronto»

No tenía idea de a dónde más ir, o por dónde seguir el camino que me llevaría hasta ella; era una persona herida y confundida, pero era un ángel y una bendición de ser humano, jamás conocí a alguien tan amable y de corazón puro, se quedó incondicionalmente conmigo en mis épocas más oscuras y no tengo temor en hacer lo mismo por ella.

Al salir del bar mis pies me llevaron hasta ningún lado con certeza así que solo quería caminar y pensar.

Ella me habló de cientos de teorías que explicaban el comportamiento de la mente y del alma. Ciertamente su anhelo de conocimientos la estaba guiando por la oscuridad de la insanidad moriría su sensatez y su cordura y estando sola en Dios sabe dónde... En ese momento de disociación andante un anciano me detuvo por la espalda y solamente me entregó una pulsera. Era de ella. Yo mismo se la había regalado.

"El Mensajero" Antología de Terror y FantasíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora