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Yo presiento que tú volverás
Mi argumento, yo sé que jamás
Nadie más te amará
¿Cómo te pude amar?

La brisa golpeaba aquel pueblo, la tarde era tan cálida y armoniosa, excepto por cierto pelinegro quién  estaba irritado

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La brisa golpeaba aquel pueblo, la tarde era tan cálida y armoniosa, excepto por cierto pelinegro quién  estaba irritado. Salió de la facultad de veterinaria, esperaba a sus amigos.

—Bro, ¿cómo está el café de nuestras vidas? —. Animadamente saludaba el castaño, recibiendo el dedo del miedo—. Sin una pizca de azúcar, por lo visto.

Tolkien saludó y Craig rechisto, caminando en dirección a la casa del moreno. Su andar fue parado cuando sintió un agarré en su antebrazo, era esa chica pelinegra, ya conocida por ser su constante encuentro en sus momentos de melancolía.

—Craig, ¿quieres ir a mi casa?—. Insinuaba descaradamente, pedía necesitada ante la mirada confusa de Tolkien y Clyde, el pelinegro suspiró pesadamente.

—Tengo asuntos qué atender, te encamino pero no me quedaré está vez—. Satisfecha, lo tomo de la mano y caminaron hacia el sentido contrario, siendo seguidos por sus amigos a quiénes no les hablo para nada.

—¿Qué carajos acabo de presenciar?—. Comentó Clyde vacilante.

—No tengo idea, pero no es bueno—. Tolkien empezó a molestarse, el cómo la chica no dejaba de restregarse y poner su cabeza en el hombro del contrario, era algo que no pintaba nada bien.

Llegaron a la casa de la muchacha, Craig y ella estaban en la entrada hablando quién sabe que, mientras Clyde y Tolkien miraban desconcertados en la cera a unos cuantos metros alejados. Esperaban todo, todo menos que la chica lo jalara hacia ella y le diera un beso. Tolkien quién mantenía los brazos cruzados quedó más que perplejo, Clyde quién tomaba agua sacada anteriormente fue escupida brutalmente, marcando su entrecejo. La sangre les heló.

Craig, con esa misma cara de pocos amigos, se dirigió hacia ellos. Tolkien sólo lo miró y se dispuso a retomar el camino a casa, Clyde lo vio mal.

Sería una charla grande.

—¡¿Qué putas?!, Craig eres un maldito, ¿lo sabes no?

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—¡¿Qué putas?!, Craig eres un maldito, ¿lo sabes no?

—Callate Clyde

Llevaban discutiendo más de una hora, con toda la razón, tanto el moreno como el castaño necesitan toda la explicación del mundo. Era claro que no era esperado, pues siempre se les veía a Craig y Tweek felices, un amor tan juvenil pero lleno de alegría y cariño, tenían sus altibajos como cualquier pareja, claro, pero esto era demasiado.

T o r m e n t o Donde viven las historias. Descúbrelo ahora