C I N C O

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Jackson siempre había sido un hombre consciente. Alguien con los pies bien puestos en la tierra y un sujeto solitario que usaba la razón tanto como el balcón del último piso para fumar sus cigarrillos. Alguien que gustaba de compactar cada situación que se presentaba y analizar detenidamente todos los pros, contras y consecuencias de las decisiones que pudieran ser tomadas. Jackson estimaba a su compañero, sin embargo, lo sucedido con el chico era algo que no pasaría por alto.

También, porque además de las imágenes que había visto hacía unas horas, lo único realmente claro para él era el acuerdo que ambos enemigos compartían. Y a esas alturas, ni toda su sensatez ni lo fuerte de sus estribos fueron suficientes para disimular el sentimiento que hirvió en su pecho. Fumó a su cigarrillo observando la alfombra bajo sus pies, tensando la mandíbula.

-Entonces, planeas llevártelo.

-No lo estoy forzando a nada, Jackson. Él me pidió que lo llevara con su grupo.

Alejandro dejó en el suelo las prendas que doblaba, mirándolo con desprecio. ¿Cuántas veces tendría que repetírselo?. Comprendía su intranquilidad pero creía que eso no le daba el derecho de cuestionar sus decisiones, mucho menos cuando estaba hablando con la verdad.

Una verdad herida por la rudeza de sus acciones, desangrándose entre los escombros de lo que solía ser su dignidad; pero aún con vida. En sus planes no estaba volver a lastimarlo, pero, ¿cómo comprobarlo?.

Jackson liberó el humo atrapado en sus mejillas, empujándolo a través de una pequeña ranura entre sus labios secos. Dió dos golpes al cigarrillo con el dedo índice para deshacerse de las cenizas y suspiró, sentándose en la cama mientras masajeaba las arrugas en su frente.

Apreciaba a Alejandro, pero eso no significaba que daría por correctas sus acciones. Si cometió aquellas atrocidades estando en un edificio habitado, no quiso ni imaginar lo que podría hacer estando en una zona desierta. Fue la única razón por la cual se atrevió a tomar cartas en el asunto; por humanidad. Posiblemente, un error.

-No vas a llevártelo, quién sabe que cosas vas a hacerle.

El militar respiró con fuerza, levantándose del suelo mientras se colgaba su mochila.

-No te estoy pidiendo permiso, Jackson. Te estoy avisando.

Demandó. Ni siquiera se molestó en calcular el peso que tendrían sus palabras.

Cayó en cuenta de lo frío que había sonado cuando observó al médico alzar el rostro, sintiendo sus ojos azules clavarse cual flechas forjadas en desaprobación. Jackson negó con la cabeza, decepcionado, y dirigió su atención al hombre que esperaba en el viejo sillón. Oliver tenía la mirada perdida en la ventana y su mochila lista sobre sus rodillas.

Jackson respiró profundamente antes de hablarle, evitando verle al rostro.

-Hey, tú. ¿Estás seguro que no te está obligando a nada? Si sucede algo, dímelo. No permitiremos que te siga haciendo daño.

El tono de voz que había usado fue suave y protector, como el que solía usar en sus antiguas prácticas universitarias cuando atendía infantes. Dejó el cigarrillo a un lado y segundos después prefirió apagarlo, pensando en que quizás podría molestarle el olor. Se quedó observándolo, esperando una respuesta que tardó más de lo que pensaba.

El silencio invadió la habitación.

El humo del tabaco que danzaba cercano al techo terminó por esfumarse y junto con sus partículas, la paciencia de Jackson. Observó al militar lanzándole aquel gesto juicioso que aborrecía. Este solo desvió la mirada, intentando evadir la de su compañero.

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⏰ Última actualización: Feb 13 ⏰

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