Uno

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El sol comenzaba a deslumbrar a través de los altos edificios departamentales de la ciudad, los rayos anaranjados golpeteaban con la ventanilla del auto a medida que avanzamos por las calles concurridas

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El sol comenzaba a deslumbrar a través de los altos edificios departamentales de la ciudad, los rayos anaranjados golpeteaban con la ventanilla del auto a medida que avanzamos por las calles concurridas. Todo seguía sintiéndose acogedor a pesar del tiempo.

Desde el asiento trasero del auto de mi antiguo entrenador observo el ambiente capitalismo, un ambiente que en su tiempo sentí muy hogar y nuevamente deseo sentir.

Brian destellaba mucho más entusiasmo que el mío propio ante mi llegada, pero no lo juzgo, después de todo el mismo hombre había recalcado el cariño y amor paternal que siente hacia mi persona entre lágrimas y miradas tristes, el día que anuncie mi hiatus del patinaje artístico. Mi cuerpo se estremece ante el recuerdo.

Por el retrovisor podía ver la resplandeciente sonrisa del viejo alfa al volante, si cerraba mis ojos y me concentraba podía oler el exquisito olor a pinos secos de Brian expandirse por el auto.

Volver a esta ciudad me hacía sentir feliz también, los recuerdos abundaban en mi mente y me mantenían tranquila para la llegada de nuevas emociones.

—¿Cómo estuvo el viaje? Espero que el idioma no haya sido un inconveniente al entrar al país —giro su rostro por unos segundo sobre su hombro para volver enseguida la vista al frente en la calle. Sonreí con gracia, Brian aún seguía penando que mi ingles era un desastre.

—Para suerte tuya tuve dos largos años para terminar mis estudios y aprender inglés no fue la excepción —me encogí de hombros restándole importancia al asunto, me recargue más sobre el asiento y fije mi mirada en la ventana. Tantos oles que revuelven mi estómago.

—El departamento te gustará, lo elegí pensando en tus gustos —hablo orgulloso, inflando su pecho y sonriendo por más de décima vez en todo el trayecto n el auto.

Sus dichos me hicieron pensar y desconectar mi ente el espacio en el que estaba. Hace dos años que no me reencontraba con Brian en persona. Por dos años me mantuve alejada del espacio-tiempo en las que las personas vivan. Por dos años me limite a vivir una vida de bajo perfil en un cuarto, saliendo únicamente a realizar mis exámenes libres y acompañar de forma fortuita a mi madre al mercado. Después de dos años tengo la mentalidad de volver a una vida cotidiana juntos a las personas que quiero, con la mentalidad para hacer la cosas que me gustan.

—Ya no sé qué esperar ahora.

—Vamos, dale una oportunidad —alentó y no pude evitar sonreír con sinceridad por sus gestos, —La casa es muy pintoresca y espaciosas, además tiene una terraza para que pueda tomar el té después de las practicas.

—A mí no me gusta el té — murmure con diversión viendo como una mueca se formaba en el rostro del avejentado hombre.

—Bueno entonces tomaras leche y punto —dio un pequeño golpe al manubrio y no pude as que sonreír. Mi mente se centró nuevamente en las calles y paisaje continuo. Por la zona diferentes tiendas pequeñas se acoplaban una tras otra, entre ellas una pintoresca pastelería llamada Pau-Pau. Recuerdos de cuando Brian me traía por unos bocadillos en mis días de descanso como forma de recompensa por mi gran desempeño en las competencias, el pan dulce siendo mi favorito.

—Haremos una pequeña parada en el Club ¿te parece? —asentí sin pensar en mucho.

El lugar seguía siendo igual que hace años, con unas notables reparaciones y remodelaciones. La facha ya no era de un blanco palo sino gris oscuro, el estacionamiento son duda se había expandido por varios metros y a lo lejos veía —¿una cancha de fútbol? ¿Ahora tiene equipo de fútbol?

—El consejo pensó que sería una buena idea que los atletas practicaran otro deporte, ya sabes, atletas estrellas.

Adentro sin duda todo seguía igual, a excepción de las pancartas de promoción que relucir una particular silueta en su contenido. No preste mucha atención.

—Espera por aquí, iré a la oficina por algunos papeles y vuelvo en seguida.

La pista estaba completamente despejada, los asientos vacíos, sin vida; el tenue de las luces desprendía melancolía de la fría pista de hielo.

Me senté sobre una de las butacas de la primera fila. Frente a mí en la pared un brillo sospechoso resplandecía en diferentes puntos. Mi espalda de incorporó impresiona y sorprendida al mismo tiempo por lo que mis ojos estaban viendo. En un tablero de color negro brillaban en todo su esplendor diferentes placas, posicionadas en filas y columnas. Un nombre destaca entre ellas, mi nombre

—Juliette

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