Capítulo 8. El Mulato

2 0 0
                                    

Armando Betancourt se miró al espejo mientras se ajustaba el nudo de su corbata. Después de varios días encerrado en su habitación, decidió salir a la fiesta del pueblo y dejar atrás la tristeza que lo había consumido desde que descubrió la traición de Gustavo.

Vistiendo su mejor traje de seda y con sus zapatos recién lustrados, salió de su casa y caminó hacia la plaza del pueblo, donde se llevaba a cabo la celebración. Al llegar, notó que muchos de los presentes lo miraban con curiosidad y respeto, recordando sus años de juventud en los que había sido uno de los hombres más respetados del lugar.

Mientras se movía entre la multitud, una hermosa negra llamó su atención. Se acercó a ella con galantería y comenzó a conversar con ella. A pesar de que en ese momento se encontraba vulnerable por su reciente dolor emocional, no pudo evitar sentirse atraído por su belleza y gracia.

Al final de la noche, el Licenciado Cantinas, como lo conocían en el pueblo, se retiró de la fiesta con la promesa de volver el próximo año. Mientras caminaba de regreso a su casa, se detuvo a mirar las estrellas en el cielo y recordó las palabras de la canción que había escuchado en la fiesta: "Me duele que no comprendas que si no salgo a pasear es porque tú ya te sientes incapaz de vacilar". Se dio cuenta de que había dejado de disfrutar de la vida por la traición de su amigo y prometió no dejar que nadie más lo detuviera. A partir de ese momento, el Licenciado Cantinas volvería a ser el hombre alegre y confiado que solía ser antes de que la traición lo cambiara.

Mientras Armando caminaba por el pueblo, se encontró con Sofía, su esposa. Ella lo observó con cierta sorpresa, ya que sabía que él no había salido de la casa en varios días.

"Armando, ¿estás bien?", preguntó ella con preocupación.

"Sí, Sofía, estoy bien", respondió él con una voz fría. "Solo necesitaba salir y respirar un poco de aire fresco".

"Me alegro de verte así", dijo ella, intentando ser amable. "Debes saber que te amo y que siempre estaré aquí para ti".

"Pero eso no impidió que me traicionaras con mi mejor amigo", respondió él, dejando ver su disgusto. "¿Cómo pude confiar en alguien que me hizo algo así?"

"Armando, lo siento mucho", dijo ella, con lágrimas en los ojos. "Fue un error terrible y nunca volverá a pasar. Por favor, dame la oportunidad de demostrarte que puedo ser de nuevo la mujer en quien puedas confiar".

En ese momento, un grupo de hombres se acercó a ellos y los saludó efusivamente. Armando los saludó de vuelta, sintiéndose incómodo con la presencia de Sofía.

"¿Por qué no te unes a nosotros, Licenciado? Vamos a la taberna a tomar algo", invitó uno de ellos.

"No puedo negarme a una buena oferta como esa", respondió Armando, y los siguió a la taberna.

Allí, disfrutaron de bebidas y compartieron historias y anécdotas. Armando se sintió feliz de estar rodeado de amigos de nuevo y de no dejar que la traición lo definiera, pero su relación con Sofía seguía siendo tensa.

"¡Salud!", brindó uno de ellos, levantando su copa en alto.

"¡Salud!", respondieron todos juntos, brindando por la amistad y la felicidad.

Armando se sintió lleno de vida, decidido a seguir adelante sin importar los obstáculos, pero aún no estaba seguro si Sofía merecía su perdón. La música comenzó a sonar, y él tomó la mano de Sofía, invitándola a bailar.

"¿Bailas conmigo?", preguntó él con una voz más suave.

"Por supuesto", respondió ella, aceptando su mano y uniendo su cuerpo al suyo, sintiendo aún la tensión en el ambiente.

Así, bailaron juntos, rodeados de amigos y música, sintiéndose vivos y felices. Armando sabía que tenía que decidir si perdonaría o no a Sofía, pero por ahora solo quería disfrutar del momento.

La música que sonaba en la taberna era alegre y animada, y el ambiente se llenó de risas y conversaciones animadas. Armando y Sofía bailaron juntos por un rato, pero la tensión en el aire seguía siendo palpable. Él la miraba a los ojos con cierta reserva, tratando de decidir si su amor por ella era lo suficientemente fuerte para perdonarla.

Mientras bailaban, Sofía intentó romper el hielo y hablar con él. "Armando, ¿qué te parece si salimos a caminar mañana?", propuso ella. "Podemos ir al campo y disfrutar del aire fresco y la naturaleza".

Armando la miró con desconfianza. "No sé si eso es una buena idea", respondió él. "Hay muchas cosas que aún necesito pensar".

Sofía asintió con tristeza, sabiendo que su esposo aún no estaba listo para perdonarla. Pero no se dio por vencida. "Entiendo que tengas dudas y dolor", dijo ella. "Pero quiero que sepas que te amo y que haré todo lo posible para que recuperes tu confianza en mí".

Armando la miró a los ojos, y por un momento, pareció que algo en él se ablandó. Pero luego, sacudió la cabeza y se alejó de ella, dejando a Sofía con un nudo en la garganta.

La noche continuó y Armando bailó y cantó con sus amigos, pero en su corazón, seguía luchando con sus sentimientos hacia Sofía. Sabía que necesitaba tiempo para procesar lo que había sucedido, y que la herida que ella había causado tardaría en sanar.

Finalmente, la noche terminó y Armando se despidió de sus amigos, prometiendo que volvería a la taberna pronto. Sofía lo siguió a casa en silencio, sabiendo que aún tenía mucho que hacer para ganarse su perdón y su amor de vuelta.

La luna brillaba en el cielo mientras se despedían en la puerta de la casa. Armando se dio la vuelta y la miró una vez más, tratando de decidir qué camino tomaría su corazón. Sofía lo miró con lágrimas en los ojos, esperando una señal de él.

"Mañana hablaremos", dijo Armando finalmente, y cerró la puerta detrás de él, dejando a Sofía sola en la noche.

Licenciado CantinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora